El ciudadano japonés Tsutomu Yamaguchi era hasta su muerte el único superviviente de las dos bombas atómicas que la fuerza aérea de los Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, según el doble certificado oficial que expidió en su favor el Gobierno de Japón. Sin embargo, aunque sobrevivió largo tiempo, sufrió un cáncer a causa de las radiaciones recibidas por el que falleció el 4 de enero de 2010 a los 93 años.

El Museo de la Paz de Hiroshima, tras la explosión y en la actualidad, un grito contra la barbarie de las guerras. Fotos: N.G.

Yamaguchi, ingeniero de profesión, se encontraba en Hiroshima de viaje de negocios el fatídico día de la explosión de la primera bomba nuclear de la historia lanzada sobre una población, a tres kilómetros de distancia resultando con quemaduras de gravedad en su cuerpo. Tres días después, cuando regresó a Nagasaki, su ciudad natal, revivió la experiencia de una detonación nuclear pero también salvó su vida.

La bomba ‘Litle boy’ (jovencito) mató a 140.000 personas en el acto.

Tsutomu Yamaguchi era uno de los denominados hibakusha (persona bombardeada), de hibaku forma pasiva de baku (bomba o bombardeo) y de sha, (persona), término con el que se designa a los supervivientes de los bombardeos nucleares a civiles en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Se calcula que oficialmente hay más de 360.000 hibakusha de los que la mayoría, antes o después, han sufrido desfiguraciones físicas y otras enfermedades provocadas por radiación tales como cáncer y deterioro genético, pero Yamaguchi ha sido el único que se salvó dos veces tras la masacre de las ciudades mártires japonesas.

El bombardeo

Eran las 8.15 horas del 6 de agosto de 1945 cuando el bombardero B-29 de los Estados Unidos, bautizado Enola Gay por el nombre de la madre del piloto Paul Tibblets, lanzó sobre Hiroshima a Little boy (jovencito) como se llamó la primera bomba nuclear. El presidente Harry S. Truman declaró tras la misión que “aunque no se han conseguido los objetivos completos, ha sido un éxito”. “Soy muy feliz”, aseguran que dijo al informar a los estadounidenses.

Se calcula que en los primeros instantes la bomba mató a más de 140.000 personas, de una población de 450.000 habitantes, además de otros 70.000 heridos graves y la ciudad fue destruida en su totalidad. En dos kilómetros a la redonda, tras un ruido infernal y ensordecedor, y un centelleante resplandor que iluminó el cielo, la catástrofe fue absoluta, el fuego y el calor (5.000 grados centígrados) mataron instantáneamente a todos los seres humanos, animales y plantas en el epicentro de la explosión y no permaneció en pie ni una sola edificación.

Tres días después, el 9 de agosto, otra bomba atómica, bautizada Fat man (hombre gordo) lanzada sobre Nagasaki originó una devastadora explosión que acabó con la vida de 75.000 personas de forma inmediata, y otras tantas murieron por la radioactividad. Eran las 11.02 horas, y la ciudad quedó enteramente destruida.

Superviviente

Yamaguchi tuvo mala suerte, estuvo en Hiroshima y Nagasaki cuando explotaron las dos bombas atómicas, pero vivió hasta los 93 años para contarlo y dedicar su vida a contar su experiencia como “una lección de paz” para las futuras generaciones. “Ahora puedo contarles mi historia a las futuras generaciones, incluso después de muerto”, dicen que aseguró Yamaguchi tras obtener su segundo certificado de supervivencia.

Yamaguchi contaba desde años atrás la certificación hibakusha o superviviente de la explosión de Hiroshima, que garantiza a los ciudadanos japoneses una compensación del Gobierno que incluye chequeos médicos y cubre los costos de funeral. Pero no fue hasta el día 24 de marzo de 2009 cuando el Gobierno japonés reconoció que sobrevivió a la bomba de Hiroshima y también a la de Nagsaki, lo que no supuso que su compensación fuera incrementada.

Había nacido el 16 de marzo de 1916, era ingeniero de la empresa Mitsubishi y la única víctima con reconocimiento oficial sobreviviente de dos bombas atómicas. Tsutomu Yamaguchi dedicó los últimos años de su vida a contar su historia y se convirtió en un activista ejemplar contra la fabricación y aún más el uso de las armas nucleares. Veía su terrible experiencia como un destino y un “camino sembrado por Dios” para transmitir lo que pasó.​

Aunque es la única persona que ha sido reconocida oficialmente como superviviente de los dos ataques atómicos, el Museo de la Paz de Hiroshima calcula que pudieron existir 165 personas en las mismas circunstancias. Estos días se conmemora el bombardeo y se le recuerda.