bosnia podría definirse como el arquetipo de las desgracias balcánicas : quiere ser un Estado, pero ni es (aún) económicamente viable, ni es reconocida por todas las naciones (España, entre ellas) y humanamente no es un ente político, sino un trío de etnias unidas por un visceral odio mutuo.
Por si le faltaba algún elemento a este cuadro, en una de sus regiones - Bihac, una zona con 220.000 habitantes - los habitantes siguen aferrados al pasado y han elegido en los últimos comicios comarcales autoridad máxima a un criminal de guerra... porque otrora, en los tiempos en que Bosnia era parte de Yugoslavia, este hombre, Fikret Abdic, había proporcionado a Bihac la única y muy modesta prosperidad de que ha gozado en toda su historia.
La historia de amor Bihac/Abdic comenzó ya en las postrimerías de la era Tito, cuando el partido comunista le encargó que dirigiera la empresa Agrocomerc que se encargaba de explotar los parcos recursos económicos de unas tierras empecinadamente pobres. Y Abdic, hombre con tanto talento organizador como mano izquierda, hizo el trabajo a las mil maravillas y logró poner en pie una empresa agroalimentaria pujante, tan pujante que acabó por ser una de las más importantes de la Yugoslavia de la época, con una nómina de más de 13.000 asalariados.
En la dictadura titista cualquier éxito, y muchísimo más uno económico, desembocaba en un alto cargo político, de forma que al estallar las guerras que acabaron con Yugoslavia, Abdic era el jefe local de Bihac, en el norte de Bosnia. Y aplicó a la guerra civil los mismos criterios que le habían permitido triunfar en economía: hizo lo más conveniente, dadas las circunstancias.
Y las circunstancias eran claras: la población era musulmana, como la del resto de Bosnia, pero Bihac estaba rodeada de tierras dominadas por los serbios y croatas y Abdic se alió con los serbios. De momento esto salvó a los residentes, a Agrocomerc y los puestos de trabajo, pero la escalada del conflicto militar le obligó a emplear sus dotes de organizador y ejecutivo sin miramientos también en el negocio de matar. La consecuencia fue una lucha sangrienta contra los bosnios del sur, la creación de campos de concentración en el que fueron internados ancianos, mujeres y niños y, según los tribunales, la muerte de 120 prisioneros civiles y militares.
Abdic fue condenado a 20 años de prisión, pero logró salir de la cárcel a los diez años y cuando salió del presidio le esperaban en la calle 3.000 ciudadanos de Bihac para vitorearle. Como es lógico, las elecciones comunales del pasado 2 de octubre - a las que se presentó pese a residir en Croacia desde su liberación - las ganó arrolladoramente con el 48% de los votos.
Hasta aquí la historia de amor político Bihac/Abdic ha sido de cuento, un camino de rosas cimentado sobre buenos recuerdos, escasas muertes en combate y estómagos llenos. Pero el futuro es tan sombrío como en las épocas de miseria : Abdic ya no tiene los influyentes amigos de antaño, el resto de Bosnia le odia y el mercado agroalimentario en la Europa de hoy tampoco es el de la era dorada de Agrocomerc.