la búlgara Rumiana Jeleva seguramente jamás podrá desterrar de su memoria el 12 de febrero de 2010. Ese día llegó a la comisión de desarrollo del Parlamento Europeo dispuesta a convencer a los eurodiputados de que era la persona adecuada para liderar la cartera de cooperación y ayuda humanitaria de la Comisión Europea. El examen, sin embargo, se torció. Las intervenciones acusándola de mentir en su declaración de intereses financieros fueron subiendo de tono y la ministra de exteriores se derrumbó. No convenció a los eurodiputados de que no había mentido al omitir su vinculación con una consultora privada cuando ocupaba un cargo público, prohibido por la ley de su país, y días después terminaba renunciando.

Cinco años antes el italiano Rocco Butiglione, el polémico candidato elegido por Berlusconi y asignado a la cartera de justicia, seguridad y libertades por Durão Barroso en su primer mandato, seguía el mismo camino. Sus declaraciones entorno a la homosexualidad -la calificó de inmoral y pecaminosa- o la familia -dijo que la mujer está para tener hijos y el hombre para cuidarla- terminaron pasándole factura y obligó al portugués, que primero intentó negociar un cambio de cartera sin éxito, a solicitar al presidente italiano su reemplazo.

Son dos ejemplos de que los exámenes ante el Parlamento Europeo son más que un mero trámite y de que no todos los candidatos superan la prueba cuando se les cruzan por delante conflictos de interés, declaraciones explosivas e intereses de partido. De hecho, Durão Barroso ha tenido problemas en sus dos mandatos y en ambos casos se vio obligado a retrasar su toma de posesión. En el primero, entre 2004 y 2009, no solo se vio obligado a pedir el cambio de Buttiglione, también tuvo que pedir a Letonia el reemplazo de su candidata Ingrida Udre y aceptar retoques cambiando a Laszlo Kovacs de cartera.

Si el equipo diseñado por Jean-Claude Juncker seguirá esta estela es todavía una incógnita pero esta primera semana de exámenes no ha empezado con buen pie. Cinco de los comisarios que se han sometido al interrogatorio de los grupos políticos no han convencido a la especie de jurado en que se han convertido estos días los eurodiputados. Miguel Arias Cañete, el candidato escogido por Rajoy, es uno de esos cinco políticos sobre el que pende un gran signo de interrogación. El exministro de Agricultura, uno de los eslabones débiles en el equipo de Juncker, recibió duros reproches de los socialistas, la izquierda y los ecologistas por no aclarar los vínculos empresariales de su familia -especialmente su cuñado Miguel Domeq- con dos petroleras en las que Cañete ha tenido intereses y ha gestionado hasta septiembre. En su caso, la comisión de asuntos jurídicos de la cámara volverá a escudriñar a fondo su declaración de intereses el lunes. Una examen adicional, reclamado por el grupo socialista antes de dar su veredicto, no solo por las dudas suscitadas en la audición sino por los cambios introducidos por el exministro a última hora para incluir un cargo -el de presidente del comité electoral del PP entre 2008 y 2011- y un sobresueldo que no notificó en la declaración inicial entregada a la Eurocámara. Con estas explicaciones en la mano serán las comisiones de medioambiente y energía las que tendrán que valorar, previsiblemente el martes, si es apto para el puesto.

La dura oposición de socialistas, izquierda y ecologistas a Arias Cañete se saldaba horas después con el contraataque popular al socialista francés Pierre Moscovici, designado para la cartera de asuntos económicos, y cuyo futuro el PPE se ha empeñado en vincular al del político español. En su caso los recelos no se deben a ningún conflicto de interés sino a cómo piensa aplicar el pacto de estabilidad un político que hasta hace apenas unos meses exigía flexibilidad y cuyo país incumplirá la reglas. “Es un candidato competente, fuerte, inteligente pero no para esta cartera”, opinaba la liberal holandesa, Sophie in’tVeld. El galo tendrá que responder a nueve preguntas adicionales de la comisión de asuntos económicos y tiene de plazo hasta el martes. Lo mismo tendrán que hacer el conservador británico Jonathan Hill (Servicios financieros), el derechista húngaro Tibor Navracsics (Educación, cultura, juventud y ciudadanía) y la socialista checa Vera Jourova (Justicia, consumidores e igualdad de género). Algunos disgustan más que otros, pero los tres tendrán que contestar por escrito a preguntas adicionales. El británico, además, ya ha sido convocado a un segundo examen que tendrá lugar también el martes.

Aunque existe un pacto de gobierno entre PPE, PSE y liberales para sostener al luxemburgués y aunque desde el equipo de Juncker aseguran estar satisfechos con el resultado de los primeros exámenes la guerra política desatada entre izquierda y derecha augura una semana muy complicada en la que cualquier tropezón podría hacer tambalear al nuevo equipo de comisarios. El miércoles se reunirán los grupos políticos para hacer balance y el jueves la conferencia de presidentes para dar su veredicto final. Juncker insiste en que está satisfecho con la distribución actual pero a estas alturas y vistos los recelos que existen podría verse obligado a reorganizar carteras e incluso pedir un cambio de comisario si aspira a mantener su objetivo: un equipo avalado por la Eurocámara que tome posesión el próximo 1 de noviembre.