Miguel Arburua, Burus, un corredor de montaña que ha participado en decenas de carreras, definió el miércoles en una certera frase cómo era la Ehunmilak, la ultratrail que dejará de celebrarse después de que sus organizadores anunciaran el adiós de la prueba. “En cada avituallamiento parecía que tenías a tu madre”, escribió. La carrera de Beasain se ha destacado desde su primera edición de 2010 por mimar al detalle a los participantes. Implicaba a cientos de voluntarios (cerca de 1.500), ofrecía buenos avituallamientos, un recorrido perfectamente señalizado, unos servicios médicos y sanitarios de nivel y se había ganado el favor de la comarca de Goierri, que hace tiempo que hizo suya la carrera. Cada año los dorsales se agotaban, la mejor señal del trabajo bien hecho. Frente a este modelo amateur, en el que organizadores y voluntarios sacan tiempo de donde no tienen, en los último años han proliferado las carreras gestionadas por empresas privadas que, regadas con dinero público, han convertido una afición tan básica como correr en un negocio. Un negocio tan lícito como cualquier otro, pero un negocio al fin y al cabo. ¿Y saben de qué carecen estas carreras? De voluntarios, el verdadero tesoro de cualquier competición popular. De voluntarios, y de madres que te traten como una hija en un avituallamiento.