Yeray Álvarez, central del Athletic, confesó el miércoles que su positivo por dopaje se debe a un “error humano”. A raíz del tumor testicular que sufrió en 2016, comenzó a tomar una pastilla contra la alopecia. El caso es que su pareja inició el mismo tratamiento en diciembre pasado. En mayo, el día de autos, Yeray fue a tomar su pastilla, pero al comprobar que se le habían acabado de los dos botes que solían tener, ingirió la de su mujer que, casualidad, contenía una sustancia prohibida por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).

La UEFA le ha impuesto un castigo de diez meses al considerar que es una “infracción no intencionada”. No hay motivos para no creer la versión de Yeray, aunque lo cierto es que abundan los casos de deportistas que han ofrecido explicaciones de lo más variopintas para explicar sus positivos.

LaShawn Merritt, campeón olímpico en los 400 en Pekín, aseguró que había seguido un tratamiento para alargar su pene, lo que se confirmó y le valió para reducir la sanción a tres meses. Daniel Plaza, campeón de los 20 kilómetros marcha en Barcelona ’92, dio positivo por nandrolona, y argumentó que se debía a que le había practicado sexo oral a su pareja embarazada (fue absuelto por un defecto de forma). Pero la madre de todas las excusas la expuso a patinadora rusa Kamila Valieva, que achacó su positivo por trimetazidina a que había bebido del vaso de su abuelo, que contenía restos de su medicina para el corazón.