Puedes pasarte todo el verano bañándote en el mar sin ver una sola carabela portuguesa. Y puede ocurrir todo lo contrario, que para una vez que vas te das de bruces con el temido hidrozoo y te llevas un bonito recuerdo. La probabilidad es un valor entre el 0% y el 100%, el bombo no deja de girar, y nosotros somos algo así como esas bolas de madera de boj del sorteo de la lotería de Navidad. Si sale la bolita, te cagas. Entretanto, a seguir jugando. La experiencia personal y nuestra manera de ser determinarán en buena medida la percepción del miedo en esta vida que no es más que incertidumbre con un final conocido, aunque todavía nadie haya venido a contarnos qué hay al otro lado. El miedo es libre, aunque conviene tener en cuenta que siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son. Claro que a quien le ha picado la dichosa carabela seguro que no piensa lo mismo y me lo imagino diciendo algo parecido a esto: tú puedes decir misa que el peligro es tan real como la marca que me ha dejado. Y todo el mundo tendrá razón, pero nadie estará en posesión de la verdad absoluta. Lo jodido del asunto es que el miedo es un compañero fiel que no te abandona nunca, y generalmente lo que quieres está al otro lado.
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