Esta semana, la ikastola Salbatore Mitxelena de Zarautz compareció públicamente para anunciar que ha logrado recaudar los 140.000 euros con los que le sancionó el Gobierno Vasco por exceder el cupo de alumnos que le correspondía en el curso escolar 2023-24. Encima le han sobrado 10.000 euros, que ingresará en las arcas de la asociación de ikastolas como fondo de auxilio en el futuro. La recaudación ha sido posible gracias al esfuerzo de la propia comunidad escolar y a la red que conforman las ikastolas en Euskal Herria, que ha respondido de forma solidaria a este ese o ese del centro zarauztarra. Nada tiene que ver el presente con los tiempos en los que surgieron, en la clandestinidad del franquismo, pero este éxito refleja que el espíritu comunitario que guió al movimiento para crear casi de la nada un modelo educativo para todo Euskal Herria sigue vivo, lo que no es poco en los tiempos actuales. Pese a que la reputación y el prestigio que acumularon ni mucho menos se ha consumido, hay que reconocer que el debate educativo articulado en torno al eje público-privado las ha desplazado de la centralidad. De todas formas, su modelo es el único que puede trazar una línea entre Beskoitze, Fontellas, Lapuebla , Lekeitio e Irun.