Finaliza el curso para los más txikis. Llegan cansadas y cansados, con ganas de remolonear y se abre un periodo de nervios para madres y padres. ¿Qué hacer? Colonias, cursillos, talleres...Casi cualquier cosa vale. Y después están, ¡como no!, las aitonas y las amonas, a los que quien más y quien menos hemos recurrido para que nos echen una mano. A lo que voy. Las que vamos acercándonos inexorablemente a la edad de ser amonas, esperamos ese momento con una mezcla de ilusión y pereza. Porque nosotras no fuimos madres muy jóvenes, pero menos lo serán nuestras hijas y padres nuestros hijos. Para cuando tengamos a nuestra nieta en brazos, estaremos de fin de curso, cansadas de trabajar años y años, con ganas de remolonear. Nos lo merecemos, ¿Podremos hacerlo o será el verano nuestra temporada alta? A veces veo a amonas y a aitonas que están más para que les cuiden que para cuidar empujando un carrito de bebé y pienso, ¡como se le escape la criatura a ver cómo la pilla!. Sin entrar en el caso de cada cual, porque cada cual tiene su caso, pienso que la edad del descanso debe de ser la del descanso. Y la del disfrute. Disfrutar de nietos y nietas será una maravilla, así lo espero, pero temer la llegada del fin de curso más que las propias madres y padres, no tanto.
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