Es triste, pero me veo obligado a seguir refiriéndome al susodicho. Donald Trump, una de las pocas personas que puede provocar el desplome de las bolsas mundiales en un santiamén, ya ha conseguido lo que pretendía tras empeñarse en volver a la Casa Blanca: ser el centro de atención del planeta. Y, una vez conseguido su primer objetivo, ahora, tras poner en marcha su despiadada política arancelaria, y ahogar así a un gran número de empresas del planeta (con las negativas consecuencias que pueden acarrear a sus trabajadores), ya está en disposición de sentirse el centro de todas las miradas; o lo que es lo mismo, ha alcanzado su propósito principal. El presidente de Estados Unidos (muchos de sus votantes se están llevando, ya tarde, las manos a la cabeza) se excusa en que esta es la “única forma de curar” los déficits “masivos” con respecto a países como China o los que conforman la Unión Europea. Pero no es más que una manera de llamar la atención, de atraer al resto de dirigentes a su redil y terminar imponiendo su ley. Es decir, la ley del aquí (en este planeta) mando yo. Y por si fuera poco, su última perla es que hasta le molesta el euskera, entre otros idiomas, según ha indicado en el informe en el que basa las justificaciones que le han llevado a imponer los aranceles... ¡Lo que nos faltaba!
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