Tras casi dos años de trabajo, ayer terminé mi novela. Han sido varios meses de corrección para pulir la historia y la redacción, una labor que he tenido que compaginar con el resto de actividades diarias. El final del trabajo ha coincidido con la explosión de un trend en redes sociales copiando, mediante una inteligencia artificial, el estilo de Studio Ghibli, sin permiso de los creadores. Sin culpar a nadie por haber participado, ya que evidentemente no hay ninguna mala intención, sí que me sirve para reflexionar hasta qué punto hemos llegado en el ámbito de la creación. Lo que un humano puede tardar dos años en hacer la IA te lo hace en unos pocos segundos. Copiando, claro está, lo que unas personas han hecho, ya que la máquina no puede crear un estilo propio de la nada. Y, también, sin el sentimiento y la pulsión que una creación artística debe tener, que es, al fin y al cabo, lo que debería interesarnos al ver una obra. Si, como sociedad, no valoramos que lo que consumimos tiene una mano humana detrás estamos perdidos. Si solo nos importa rellenar más y más con imágenes nuestras pantallas, sin criterio y sin pensar en quién lo ha hecho y para qué, no hay nada que hacer. ¿Para qué va alguien a molestarse en emplear cientos de horas de su tiempo en crear algo?