Conviene familiarizarse con la expresión que, según parece, se acuñó tras la Guerra fría y que se refiere al gasto que se ha podido dedicar a impulsar la economía y las necesidades sociales en perjuicio de los ejércitos. Dicen que Europa ha alcanzado el nivel de vida del que disfruta gracias al ‘dividendo de la paz’, un lujo que ya no nos lo podemos permitir emparedados como hemos quedado entre Putin y Trump. Si queremos la paz hay que prepararse para la guerra. Para empezar con un gasto de 800.000 millones de euros. Es lo que ha propuesto la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, a los gobiernos de los estados miembros para poner a los ejércitos en perfecto estado de revista. Ya se empieza a comentar que para asumir semejante dineral no bastará con el ‘dividendo de la paz’, también subirán los impuestos. Es evidente que la percepción de la amenaza que representa Putin no es igual en los países que han sufrido a Rusia, como los bálticos, Finlandia o Polonia. Esa es la gracia de Europa, la capacidad de avanzar juntos desde las diferencias, que van más allá de los estados y que acogen también a las naciones como la nuestra, desde donde se mira con escepticismo el rearme de los ejércitos nacionales en cuyos gobiernos la extrema derecha tiene cada vez mayor poder.
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