Como la pela es la pela, un amigo ha tenido que topografíar uno de los campos de golf más exclusivos del Estado. La organización le instó a que hiciese su trabajo sin ser visto. como un ninja. “A los clientes, les molesta”, le dijeron. Así, descubrió que en dicho equipamiento un camino recorre en paralelo los 18 hoyos, el de la servidumbre. Está detrás de un seto de unos dos metros que impide a los jugadores ver al jardinero, a los bedeles, a los chispas o, en este caso, al currito que tiene que hacer unos cálculos para futuras obras. Dos universos paralelos diferenciados, apenas, por la hojarasca, que es tan verde como el césped regado y los billetes. Le contaban los trabajadores del club que ganan poco más de 1.200 euros, en un lugar en la entrada de día cuesta 500 pavos por persona. Empezó a llover y con un famélico paraguas se quedo mi amigo trabajando, según parece, bajo el campo de visión de algún millonetis. “A los clientes, les molesta”, le insistieron. De vuelta en el caminito de los pringaos, se encontró con un caddie. Pues resulta que, cuando dan indicaciones, fingen que son peores que el cliente. Con solo 1.200 euros al mes, no se pueden jugar la propina, como quien lanza bolas. Intentó comer en el club y tampoco le dejaron. Y eso que fue hacer las mediciones de etiqueta, otra exigencia de la gerencia. Todo tiene que ver con la coma del vocativo: en ocasiones, vale tanto “Que no te vean, pobre” como “Que no te vean pobre”.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
