Todo lo que se diga es poco sobre el nivel de enganche que tenemos a las pantallas, en especial a la de nuestro móvil. Pero es que es empezar a sumar anécdotas y no parar. De verdad verdadera les digo que hace un tiempo en una clase de spinning una joven a mi lado estaba comprando ropa mientras le daba a los pedales. Yo, en su lugar, seguro que hubiera acabado comprando un kilo de melones, porque ambas cosas a la vez, como que mal. También, mucho más cerca, tengo a una persona que pese a levantarse cuatro horas antes para ir algún sitio acaba llegando tarde sola y únicamente por que de esas cuatro horas al menos tres las pasa consultado yo que sé qué en el móvil. Sigamos para bingo. Muchos de ustedes habrán tenido la curiosidad de pedir al que viaja al lado en el autobús que le deje echar un ojo al móvil tras oírle reír a carcajada limpia, bien fuerte por eso de llevar los cascos puestos. No dudo tampoco que en ocasiones habrán augurado un atropello inmediato o un golpe contra una señal a más de uno y de una. Y no nos olvidemos de la angustia que nos invade cuando no encontramos el móvil que no soltamos ni por un momento y que cualquier día acabará haciendo compañía a las lentejas. Iniciativas como Altxa Burua! están cada vez más justificadas.
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