Desaparecidas de las esfera pública, desdibujados sus rostros y cuerpos detrás del burka o la combinación de la abaya (vestido simple y suelto) con el hiyab (velo) y la mascarilla, a las mujeres de Afganistán se les está arrebatando la dignidad con la ley en la mano.

El régimen talibán les ha prohibido hasta hablar en el ámbito público y, poco a poco, borrará su presencia en el único ámbito donde hasta ahora le era permitido trabajar fuera de casa: el sanitario. Porque ya no pueden estudiar. Solo hasta los 12 años, así que nada de Educación Secundaria y mucho menos universitaria. Por lo tanto, cuando desaparezcan las pocas médicas y enfermeras que trabajan en la actualidad en los escasos hospitales y centros sanitarios, muchas mujeres dejarán de tener opción de contar con asistencia médica, ya que si bien todavía no está prohibido en todas las zonas, el propio conservadurismo social es suficiente lastre para que una mujer no ose tener ningún tipo de contacto (ni siquiera visual) con un hombre que no sea de su familia.

¿Qué futuro le queda, entonces, a la mujer afgana? Ni siquiera la esperanza de ver el mundo desde la ventana, porque los talibanes también les han prohibido eso. Si se trata de una estancia usada por las mujeres, pared tapiada.