Hace tiempo escribí un cuento en el que el personaje, harto de su vida como agente secreto y con misiones en todas las partes del mundo, buscaba nuevas emociones. Y, a pesar de encontrarlas, todas ellas se convertían finalmente en rutina, al igual que su trabajo anterior, que en un primer momento puede parecer emocionante. Todo se convierte en aburrido con la repetición, y la vida de la mayoría del común de los mortales consiste en eso: una interminable sucesión de momentos conocidos o con leves variaciones. El verano y las vacaciones pueden parecer una quiebra en esa rutina, pero, en realidad, también es una rutina anual, con variaciones en los lugares que se visitan siempre y cuando se viaje. Aunque pueda parecer algo negativo, la certeza que te da saber lo que va a ocurrir y el tenerlo todo bajo control tiene innegables puntos positivos. Una vida agradable puede consistir en un equilibrio de rutina y estímulos, eso que algunos llaman salir de la zona de confort. O puede que cada cual deba buscar su propio camino a la felicidad. Lo que está claro es que la rutina de trabajar y trabajar se hace pesada para cualquiera y es mucho peor que la rutina de vacaciones. Mucho ánimo a las personas que acaban de terminar la mejor de las rutinas y ya están trabajando.