Pues que me he modernizado. Ya, de cuando en vez meto alguna palabrita en inglés para llamar la atención. Pero en el fondo, fondo, lo que vengo a decir, incluso a repetir, es que verano tras verano se nos despierta esa cosa de buscar los sueños. Lo maravilloso es que no importa la edad. Cuando tienes 20, sueñas lo que corresponde a los 20 (¿qué era?). A los 30, pues digo yo que lo de los 30. Y suma y sigue. Pero es que la maravilla maravillosa es que cuando ya has pasado los 50 tienes sueños de verano. ¿Cuáles? Los que cada cual haya ido acumulando, tejiendo, sumando. Algunas soñamos con el sol, con la inmensidad del mar, con la calma, el abrazo, la cerveza tranquila… Otras sueñan con que este, este sí, va a ser el verano para decir adiós a lo que te pesa, el verano de decir que se acabó. Otras soñamos con seguir soñando, con que nunca se nos apague la capacidad de soñar. Y otras, ya no sueñan, no les dejan. Sea como sea, el verano, summer, udara, nos invita siempre a soñar. Y que así sea. Porque septiembre llega y los sueños no cumplidos no los tenemos que meter al saco de la frustración, sino incluirlos en la lista de retos por cumplir. Tenemos tiempo. Si hoy no puede ser, pues será mañana. Ondo pasa.
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