Seguramente, meterse con Javier Milei cotiza ahora, en tiempos de tensión electoral, que ya siempre la hay, y probablemente yo también, conociendo el tipo de luces que gasta el presidente argentino, habría mandado a alguien a tocarle la vaina, como cuando en un partido de fútbol pones a un jugador provocando a la estrella rival. En realidad, sólo buscas que reaccione y le expulsen; y por eso tampoco sería raro que hayan encargado a Óscar Puente, ministro estrella donde los haya, a decir meridianamente claro que el presidente argentino le da a algún tipo de sustancia que no le sienta bien. No me creo que Pedro Sánchez tenga la piel tan fina como para enfadarse a estas alturas por lo que pueda decir el principal exponente mundial del populismo hoy en día, y más después de chincharle. Lo más razonable es pensar que todo este montaje busca réditos electorales: y que se meta contigo Milei, yo sí creo que da votos. Y más si lo hace abrazado a Santiago Abascal. Ni consultas a embajadores, ni tonterías, me temo. Otro circo para sacar ventaja, como cuando los jugadores de fútbol fingen al mínimo contacto. Es lo que tenemos. La cultura que promovemos. Y yo creo que funciona, tanto en el fútbol, como en la política. Lo que me pregunto es a dónde vamos así.