Mañana votaré en un colegio de EGB, la llamada Educación General Básica. El sistema educativo que desapareció en el curso 1996-97, pervive casi 30 años después en la tarjeta censal que indica el centro donde me corresponde ser partícipe de la llamada fiesta de la democracia. Es algo que siempre me ha resultado curioso: pasan los años y todo tipo de elecciones (municipales, forales, europeas...), pero la tarjetita que marca el distrito, sección y mesa del colegio de voto ni siquiera ha renovado su denominación, que para la Oficina del Censo Electoral sigue siendo de EGB, aunque hace décadas que aquello no se imparte allí. Fue precisamente en 1997, al acabar la EGB, cuando el centro escolar se rebautizó como CEP (Centro de Educación Primaria). La imaginación se me echa a volar y pienso si será cosa de un funcionario nostálgico que se resiste a cambiarlo o, si acaso, le supondrá un gran esfuerzo sustituir esas tres letras por otras tres, como a aquella funcionaria que, tras hacerme ir en persona para un trámite que no se podía realizar por teléfono, me dijo, ya sentado a su vera, que lo hiciera yo mismo con mi móvil, mientras ella charlaba animosamente por teléfono endosando mis dudas, y mi resistencia a marcharme, a otra compañera. Pasan las reformas y contrarreformas educativas y las elecciones de 2024 todavía se celebrarán en colegios de EGB.
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