Pues ya están colocados los bombos del sorteo de Navidad en el Teatro Real con sus 100.000 bolas. Lo habrán visto en la página de al lado. Bueno, en realidad solo se ve a la peña moviendo los dos bombos que suman 1.300 kilos porque las cien mil bolitas de madera de boj (otros 300 kilos) no entraban en la foto. El tema tiene un reportaje que no he visto nunca, porque para demostrar que todos los números efectivamente están ahí alguien, o alguienes, tiene que colocar en orden, para su exposición, las 100.000 diminutas bolitas, desde el número 00000 al 99999. Me pregunto qué clase de protocolo tendrán, por ejemplo, si se le cae a alguien una bolita, cuánta gente participa, si lo hace el personal habitual o contratan a eventuales para este marrón o se lo endosan a los cantarines niños. Quizás, con eso de que la ciencia avanza una barbaridad, ya ni siquiera sea algo artesanal y hayan comprado un robot espabilado que coloca todas las bolas en su sitio a la velocidad que Cortocircuito leía una enciclopedia. Ahí está el misterio de este extraño sorteo, quizás el único del mundo que usa un bombo gigante con 100.000 bolas en lugar de los cinco habituales con diez numeritos, y que pone a dar la turra durante cuatro horas a menores (a los que la ley prohibe jugar a lotería) a currar cantando numeritos como en el bingo, en vísperas navideñas. Y luego llaman lotería primitiva a la otra.