Al 7 de julio, San Fermín, se le une ahora el 1 de diciembre, Navidad. Donostia encendió ayer el alumbrado navideño y ni siquiera ha sido de las primeras ciudades en hacerlo. Poco a poco vamos adelantando, entre todos, la fecha del comienzo navideño. Tonto el último. La era del consumismo que nos invade nos lleva a que vivamos las cosas a destiempo. Los centros comerciales se llenan, a finales de julio, de libros de texto y cuadernos para la vuelta al cole, cuando estamos pensando en la playa y las vacaciones. En septiembre, llegaron los turrones al pasillo central, cuando nos hacían falta esos libros y cuadernos para el cole, que se esfumaron para dar paso a una Navidad prematura para empezar a comer, a 30 grados a la sombra, tabletas de turrón con papanoeles dibujados en el envoltorio. Cuando quitaron las sillas de terraza y camping plantaron colonias y juguetes por si pillaban a Olentzero paseando en bermudas, con un saco al hombro en vez de una toalla, y desde comienzos del verano, los décimos de la Lotería de Navidad cuelgan en bares y administraciones de todos los sitios turísticos con el lema amenazante ¿y si cae aquí? Y ahora, entre todos, rematamos estas aún futuras fiestas con el lema, ¿y si eres el pringado que empieza a celebrar la Navidad el último? Pues bendito pringado.