Tenía unos cuantos temas en mente para esta tribunita desde la que les contamos cosas varias, pero los he aparcado. Creo que ya lo he dicho alguna vez: no me gusta el otoño, nunca me ha gustado, me provoca tristeza. Y éste ha echado a andar con el zurrón bien cargado de tristeza, hasta arriba. Hace escasamente un año este trabajo, a veces tan duro y otras veces tan maravilloso, me dio la oportunidad de reunirme con un grupo de mujeres estupendas, valientes. Reivindicaban (y lograron) poder practicar deporte más veces a la semana con el mimo que requería su situación. Luchaban contra el cáncer metastásico. Hoy, cuando ustedes lean este artículo, muchas, muchísimas personas se habrán despedido de una de ellas. Una mujer genial, con una sonrisa iluminadora, muy hija y muy hermana, una andereño que sus alumnos recordarán con cariño, una amiga a la que su gente ya añora, una ama que cruzaba los dedos para llegar a conocer a su nieto y que lo consiguió. Le gustaba que en este periódico se le hiciera caso al barrio de sus amores, El Antiguo, y a sus gentes. El euskera era su idioma y Euskadi su patria. Era buena gente, pero de verdad verdadera. Y se le echará mucho de menos. Otras mujeres valientes seguirán su lucha, nadie podrá repetir su sonrisa. Goian bego Edurne Sansinenea Azkonobieta.