La vizcaina Vanessa Neorrabioso, que durante años ha firmado su arte en paredes y contenedores de Madrid, dejó para la historia el siguiente aforismo: “También la piedra está muy cansada de que le tropiece siempre la misma persona”. Dicho de esta manera, cuando se invierte la popular afirmación de que los humanos somos los únicos seres que se trastabillan repetidamente con el mismo guijarro, es cuando uno toma conciencia de que somos o hemos sido –para nosotros mismos y para otros–, al mismo tiempo, la piedra golpeada y la persona que golpea, víctimas y victimarios. Poner el foco sobre el que inicia la acción lleva a plantearnos qué clase de obsesión arraiga en nuestro inconsciente para volver una y otra vez a algo que, evidentemente, nos hace daño. El autoboicot, en definitiva. Parece algo similar a lo que ocurre con determinadas drogas que reconfiguran el funcionamiento del cerebro para que el usuario sienta que si no consume se va a morir. En cambio, la clave podría encontrarse en pensar en la misma roca: ¿Qué culpa tiene el pedrusco de que queramos darnos de cabezazos con él? ¿Por qué debe sentir el impacto de nuestras pulsiones? Si en un momento de claridad dudan, piensen en la responsabilidad afectiva. Háganme caso, que desde que me bautizaron soy un experto en todo lo lítico. Quizás por eso me tropiezo tanto.