“¡Bang, bang, estás muerto!”. Cuántas veces apretábamos el gatillo de críos jugando a indios y vaqueros. En EEUU es un juego muy real que prosigue de por vida. Al menos dos personas murieron ayer, y otras tres resultaron heridas, tras un nuevo tiroteo, esta vez, en las inmediaciones de un festival de música electrónica en el estado de Washington. El siniestro ocurrió en un campamento con capacidad para 27.500 espectadores, donde se celebraba un festival al aire libre. Los tiroteos masivos alcanzan cifras récord, con más de 200 casos en los cinco primeros meses de año. Actualmente hay 393 millones de armas de fuego en poder de residentes de EEUU. Toca a más de una por cada hombre, mujer y niño de todo el país. Cada año, unos 40.000 norteamericanos mueren por heridas de arma de fuego, lo que equivale al número de muertes causadas por accidentes de tráfico en las carreteras y autovías de EEUU. De esos 40.000 fallecimientos, más de la mitad son suicidios. Si se añaden los asesinatos efectuados con pistolas y las muertes accidentales causadas por armas de fuego, se obtiene un escalofriante promedio: cada día más de cien norteamericanos mueren a balazos en un círculo vicioso que se alimenta a sí mismo. El Viejo Oeste, ya la dijo algún historiador, era un lugar mucho más seguro que la sociedad norteamericana de hoy en día.