La Liga está en entredicho. Si antes ya existían dudas sobre la honorabilidad de algunas de las personas que tratan de sacar parte de este gran negocio, desde que se desvelaran los tejemanejes entre el Barcelona y el vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, Enríquez Negreira, durante más de 20 años, la competición huele aún más a podrido. Y es una pena... Porque seguramente queden manchados muchos profesionales inocentes. Pero los indicios revelados apuntan a la mayor corrupción que ha existido en la Liga. Ahora habrá que ver si se abre un juicio por la vía penal, una vez comprobado que el delito a efectos deportivos habría prescrito. En cualquier caso, pase lo que pase, entre todas las instituciones y estamentos implicados deberían poner toda la carne en el asador para esclarecer hasta el último detalle de lo ocurrido. Los demás clubes no pueden mostrarse impasibles, pese a los primeros movimientos protagonizados a través del organismo que les engloba. Sería una irresponsabilidad. Es obligación de todos proteger la limpieza de una Liga en la que siempre ha sobrevolado la sombra de la duda y la sospecha. Es el momento, y una gran oportunidad por supuesto, de levantar alfombras y, de una vez por todas, comenzar a lavar la imagen de una competición que va a costar depurar.