Inaudito en mí, voy a hablar de fútbol, bueno no del fútbol en general, sino de la Real. Me he pasado media vida yendo a Atotxa, primero, y a Anoeta, después, a gozar y sufrir, mucho, con la Real Sociedad. De cría, en mi casa si nuestro equipo del alma y del corazón perdía, no se cenaba. Yo no lo entendía. Llegaba de la calle con hambre y como a las personas adultas el disgusto les había cerrado la boca del estómago, leche con galletas y a la cama. Pues que no me quito la maldición. Aunque ya no voy al estadio –he delegado en las generaciones más jóvenes y otros miembros de la familia– los sufrimientos los sigo viviendo casi en primera persona. Pero llevamos unos meses tranquilas. Menuda temporada que nos está dando el equipo de los chicos, como para cenar, comer y desayunar todos los días, sin faltar uno. Y es que hay momentos en los que hace falta buscar alegrías como quien busca setas, moviendo de aquí para allá hojas y hierbajos, que para disgustos está ahí el mundo, dándonos el menú diario llueva o haga sol. Cada cual se consuela como puede y todo vale para no echar la toalla. Ahora solo me falta que nuestras chicas, que a peleonas no hay quien les gane, escalen unos puestos. Entonces ya, repetimos segundo plato y postre. Aupa neskak!