Aunque todo el mundo balompédico mira hacia la selección de Argentina, que suma un título mundial más a los dos que figuraban en su palmarés, la polémica cita de Catar ha brillado también por otras cuestiones. En la última mesa de redacción me refería a los mensajes políticos y sociales que algunos futbolistas han tratado de difundir a través de este escaparate relacionado con el deporte; y en esta me gustaría poner en valor un par de nombres que han sobresalido en la sombra. El primero es el del futbolista Amir Nasr-Azadani, que se encuentra en riesgo de ejecución en Irán por haber promovido una campaña en favor de los derechos de las mujeres y las libertades en su país, y del que nadie se ha acordado en una celebración que ha copado todo el interés. Y el otro es Oleg Salenko, que ostenta el récord de goles en un partido de un Mundial, que logró en EEUU 1994 con Rusia, y ahora está inmerso en la guerra en Ucrania tratando de ayudar, entre bombas, a los ciudadanos de Kiev. “¿Cómo quieres que esté si están cayendo bombas a 300 metros?”, respondió el delantero ruso, que también dejó sus destellos en la Liga, a la pregunta de un periodista de Relevo en un relato estremecedor. Nombres que, aunque no luzcan como los de los ganadores argentinos, ocupan un lugar más digno.
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