Más allá del fútbol, la cita mundialista de Catar está ofreciendo expresiones dignas de destacar porque trascienden del aspecto meramente deportivo para tratar de reivindicar situaciones más importantes, como la negativa de los jugadores de Irán a cantar su himno o la imagen de los alemanes tapándose la boca para protestar por la prohibición de jugar con el brazalete de One love. En este sentido, no hay que pasar por alto a futbolistas que han evidenciado este espíritu en primera persona: el propio futbolista iraní Rezaeian, autor del segundo gol ante Gales, que lo dedicó a quienes están sufriendo en su país la represión de su gobierno; el inglés Grealish, que se acordó en el suyo de un niño con parálisis cerebral; el marroquí del Valladolid El Yamiq, que festejó la clasificación de su selección para octavos con la bandera de Palestina; o Alphonso Davies, primer goleador de Canadá en un Mundial, quien representa a todos los que tienen que escapar de su territorio en busca de una vida mejor tras nacer en un campo de refugiados de Ghana cuando sus padres se marcharon de una Liberia en plena guerra civil. Pero anteriormente otros jugadores ya abrieron el camino: Özil, alemán de ascendencia turca, por su lucha contra el racismo; o el mítico brasileño Sócrates, artífice de infinidad de luchas sociales.