Ver a niños y niñas jugar a fútbol entre amigos mientras comen pipas, chuches o beben una lata de refresco es algo a lo que desgraciadamente ya me estoy acostumbrando. Un día llegué a parar un partidillo para conminar a un niño a que dejase la bolsa de gusanitos mientras jugaba, pero como pasaba de mí, organizador accidental de un sarao con quince mocosos repartidos en tres equipos, al final invité a sus compañeros a ceder el campo mientras su delantero se comía los chuches. Este miércoles, con menores ya más creciditos (entre nueve y trece años), asumí sin rechistar que dos comiesen pipas y uno bebiese una lata mientras jugaban. Les había pedido un compromiso cuando llegaron y preguntaron si podían jugar: solo tenían que pasar el balón a los pequeños, entre ellos mi hijo, e intentar jugar en equipo. Así que hice la vista gorda ante pipas y refrescos. Todo por la buena convivencia y el entendimiento común, ya que son cada vez menos los niños y niñas en nuestra sociedad y somos nosotros los responsables de cuidarlos, estimularlos y darles futuro. Quizá no tengamos tiempo para ellos; o a lo mejor la falta de expectativas nos impide meternos en empresas mayores como formar una familia. Para superar esta crisis, propongo que los cultive el Estado en incubadoras. Y luego ya vamos haciendo equipos.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
