El verano es una época en la que los nombres de ciudades, pueblos y países no paran de inundar las conversaciones. Tras dos años de parón por motivos sanitarios, el que puede, viaja. Y, por lo visto, pueden muchos. No hay más que acercarse a la farmacia o al bar de abajo para escuchar dónde han estado los vecinos de la zona o a dónde se van a desplazar. Algunos han viajado lejos, muy lejos, o lo van a hacer, y otros se han ido al pueblo de la familia. Pero raro es el que, pudiendo, no se lía los trastos a la cabeza para meterse un buen viaje bien lejos entre pecho y espalda. Disfrutar de conocer otras culturas y ver en vivo lugares que queremos conocer es un placer para la mayoría. Pero también hay quienes no disfrutan del cambio de aires, aunque lo disimulen en aras de la corrección del momento. Con la excepción de algunos viajeros nómadas de corazón, quien más quien menos vuelve a su casa con ganas. Con añoranza de su cama y de su ducha como mínimo. Buen viaje a los que salen en agosto y a los demás, que disfruten de su estancia hogareña. Si les sabe a poco, es barato imaginarse por otras latitudes. Pueden cerrar los ojos en la cola de cualquier supermercado o bar del centro de Donostia y por el murmullo de idiomas imaginarse en Holanda, Inglaterra o Italia. l