8 de agosto. Conferencia Sectorial de Energía diez días después de la última reunión. En Moncloa sabrán qué pasó el fin de semana entre la cita del 28 con las comunidades autónomas y las medidas del día 1, pero el anuncio de hace una semana deja un torbellino peligroso que desenfoca el problema de la energía. Más aún: la gestión política de uno de los temas más trascendentales de la agenda corre el serio riesgo de convertirse en una trifulca familiar de playa por olvidar en casa el rastrillo del niño. Debate hasta sobre lo que no pone en el real decreto, que deja –aunque parezca lo contrario– un margen en el que puede caber demasiada excepción. Por otro lado, el debate público sobre la energía se ha reducido a los sectores con situaciones excepcionales que, sí, no pueden adoptar esas medidas. Cuando el apagón que vivimos es el del sentido común y decoro, se pierde la perspectiva y el mayor drama es no poder iluminar los monumentos de noche (el real decreto no lo prohíbe). Quedarnos sin hielo del cubata. O que si las tiendas con el aire a tope no tienen las puertas abiertas, la gente crea que están cerradas, así que si no hay multas, no cumpliremos las medidas. Alarde de madurez que obvia dos grandes razones para ahorrar energía: reducir la factura y cuidar el planeta. Nos la jugamos. l