Había algo que cuando era una cría no soportaba y que, ya muy lejos de ser una cría, tampoco soporto. Odiaba cuando la ama me hablaba de “los hijos de la Pepi”, que sacaban sobresaliente en todo y no salían por la noche. Ja, pensaba yo cuando había visto a alguno bebiendo hasta el agua de los floreros. Pero nada, que en mi casa eran los buenos, nosotras, pues del montón. Y es que hay personas que son vendedoras natas, y venden que todo les sale de maravilla, desde las vacaciones hasta las hijas e hijos. Otra cosa que me daba mil patadas en la barriga era que como prueba irrefutable de algo me argumentaran eso de “me ha dicho una señora que ese bar que vas tiene mala fama”. “¿Qué señora? Porque digo yo que entonces andaría por ahí” preguntaba sin obtener nunca respuesta. Pues eso, que sigo igual. No me gusta la gente que habla de oídas, que dice lo que le dicen o, peor aún, que se lo inventa. Hay que currarse un poco los argumentos y cuando no se sabe, preguntar. Sigo sin aguantar a quienes todo lo de casa les parece malo y lo de fuera, ideal. Creo sinceramente que hay que valorar lo que tenemos y dejarnos de mirar en espejos ajenos. La envidia es muy mala y nos hace peores. Y a lo que les digan las señoras o los señores, ni caso, que no tienen ni idea.