¿Quién no ha dicho alguna vez de su perro “es que me pone ojitos de cachorro”? El resultado de esa mirada tierna no es otra que la de obsequiarlo con alguna chuche, alguna caricia extra o ese bocado que nos quitamos de la comida de la mesa y se lo pasamos por debajo de la mesa.

Siendo un poco más observadores y mirando con cierta distancia fría también nos daremos cuenta que, según el momento concreto, esa actitud de petición desvalida se dirige a determinados miembros de la unidad familiar y no a otros. De hecho, saben elegir al que puede ser el eslabón más débil y que más fácilmente acceda a su petición saltándose las restricciones marcadas por su adiestramiento o sus necesidades nutricionales.

Un perro de raza cavalier king charles examina atentamente el desayuno de su dueña para comprobar si hay algo que le interese. Freepik

“Dame algo, sé bueno, tengo hambre”

Generalmente esta situación se da en la mesa, cuando nuestro perro nos ve comer y a él también le entra el hambre excitado por los aroma que le llegan. Sabe, ya lleva tiempo en la familia, que la norma es que no se le da comida de la mesa mientras los humanos estén comiendo. Puede que una vez termine le llegue algo, o quizá deba conformarse con la comida que haya en su plato. Pero inasequible al desaliento, tendrá muy claro a qué comensal acercarse para lanzarle su mirada de cachorro y convencerlo de que se salte las reglas con la comida.

Aunque este comportamiento podría parecer un rasgo negativo desde el punto de vista humano al convertirse en un pedigüeño y hacer que rompamos un entrenamiento que ha costado tiempo, hay que reconocerlo como una demostración de su capacidad para conocernos, de sus habilidades sociales para adaptarse a su entorno.

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Un ejemplo de inteligencia social.

Los perros, como animales sociales y bastantes jerárquicos, emplean la comunicación gestual y corporal para relacionarse entre ellos. Esta capacidad también la aplican en su relación con los humanos en general y en especial con aquellos que forman parte de su manada. Esta forma de inteligencia emocional les permite identificar patrones de conducta humana, localizando los puntos débiles o susceptibles de ceder en cada momento y que aumente las posibilidades de conseguir lo que busca, un bocado extra, una mimo más o subirse contigo al sofá o a la cama.

Diversos estudios sobre cognición animal revelan que tienen una gran habilidad para interpretar expresiones faciales, tonos de voz y posturas corporales, lo que les permite adaptar su comportamiento según el estado emocional de cada persona. Esto puede influir en cómo interactúan con cada miembro de la familia y, por ende, en las dinámicas que establecen en la convivencia. De la misma manera que nosotros lo adiestramos para que se comporte de una determinada manera, ellos nos manipulan según las circunstancias.

Cómo lo hacen

Como han demostrado los estudios, los perros son muy hábiles para adaptarse a los diferentes comportamientos de los humanos con quienes conviven. Gracias a su inteligencia emocional y a saber leer las expresiones corporales, detectan cómo es cada uno de los miembros de la familia. De esta manera, y también por un sistema de prueba y error identifican las debilidades de cada uno de ellos. Así consiguen, a través de expresiones y comportamientos específicos que los humanos más permisivos cedan a sus pretensiones.a obtener lo que desean.

Su método más efectivo es la mirada, en concreto la que identificamos como la de cachorro. Cuando un perro quiere algo, puede sostener la mirada con una expresión que pide atención, a medio camino entre dar pena y ternura infinita. Por regla general suele convencer a su víctima. Este comportamiento no es casual, los perros pueden manipular sus expresiones faciales para parecer más atractivos a los humanos, aumentando sus posibilidades de conseguir lo que desean. Esto es algo que los diferencia de sus parientes salvajes como los lobos o los coyotes, cuyas expresividad facial es, a ojos humanos, casi inexistente.

Otra estrategia común es el uso del lenguaje corporal. Los perros pueden acercarse, sentarse cerca, llamar la atención con golpecitos de su pata o, incluso, colocar la cabeza en el regazo de una persona, sabiendo que estas acciones generan una reacción positiva. Además, utilizan los ladridos, quejidos o gruñidos suaves para llamar la atención y evocar una respuesta de sus dueños.

Así se evita, si se quiere

En el ámbito familiar, este tipo de comportamiento puede crear ciertas tensiones entre los permisivos y los que buscan, especialmente en cuestiones de alimentación, un comportamiento fijo y sin ceder ante caprichos. No olvidemos que no todo lo que comemos es beneficiosos para nuestros perros. Comprender esta dinámica y establecer reglas claras facilita una educación coherente para todos. Cuando todos los miembros de la familia actúan igual, el perro aprenderá qué esperar y desistirá de sus intentos de comer de la misma mesa que los humanos.

Por este motivo es importante que toda la familia participe en la educación del perro, que se estanblezcan pautas claras y que se sea coherente. De esta manera la convivencia será fluida y se podrán evitar comportamientos indeseados.