La Vuelta va a tener un podio copado por tres ciclistas del mismo equipo. No recuerdo nada parecido en grandes carreras desde la Paris-Roubaix de 1999, cuando se fugaron tres corredores del Mapei-Quick Step: Andrea Tafi, el pundonoroso italiano que quiso volver al ciclismo profesional con 52 años, Wilfried Peeters y Tom Steels. Fue el director, Patrick Lefevere, desde el coche, quien decidió el orden de llegada, que fue el mismo que acabo de escribir. En la Vuelta no ha sido así, pero casi. O sí ha sido y no lo sabemos. No sabemos si en los hoteles del equipo holandés había pasos misteriosos por las noches en los pasillos, reuniones secretas.

No sabemos si la afrenta a Kuss por sus coequipiers era una fea maniobra, o ajustaban tanto sus ataques y diferencias como había sido ordenado y medido por el director. La superioridad ha sido tal, que cabe cualquiera de las posibilidades.

La etapa de la sierra madrileña tuvo la misma tónica de las de la última semana: ataque de Remco Evenepoel, que se lleva consigo a un grupo hasta la meta. Ayer no pudo rematar con la victoria, hizo segundo, porque Wout Poels estaba muy fuerte, como demostró en la subida a San Lorenzo del Escorial, y porque tuvo el error de responder demasiado tarde en la arrancada.

Evenepoel

Pero había que hacerle un monumento a Remco. Ha dado espectáculo del bueno en todas las etapas, ha ganado tres hasta el momento, y en otras tres ha sido segundo. Y, aunque la meta de Madrid es para sprinters, dado su carácter irreductible puede incluso llevársela con un ataque de los suyos.

Ahora es el momento de los análisis, en el secreto de los equipos, y aquí en la prensa. En el equipo de Remco deberán estudiar qué le pasó en el Aubisque, donde se derrumbó cuando no llevaban más que 40 kilómetros de etapa y de bajada, el descenso del Portalet. Así que no pudo ser una “pájara”.

Y viendo con la fuerza que ha rodado el resto de las etapas, resulta extraño. A veces pienso que fue una estrategia, viendo insalvable la diferencia que llevaba Seep Kuss, los 3 minutos y medio consentidos que cogió en Javalambre, con la fortaleza añadida de sus guardaespaldas, Roglic y Vingegaard. La estrategia de dejarse caer para tener libertad es algo inconfesable, pero que ha manejado de maravilla con sus exhibiciones y sus victorias de etapa. La Vuelta también ha mostrado un equilibrio generacional. Cuando parecía que todo el ciclismo era ya para los jóvenes como Evenepoel, Pogacar, Ayuso, etc., han sacado la cabeza los veteranos, con triunfos de etapa de Rui Costa (37 años) y Poels (35). Y el vencedor Kuss, con 29 años, en el medio.

Creo que muchos sintieron alivio, y suspiraron por fin, yo entre ellos, al saber que el norteamericano Kuss será finalmente el vencedor de la Vuelta. Contra viento y marea. Ha sido esa resistencia contra los ataques camuflados, conspirativos, principescos, de sus jefes, lo que le ha granjeado la simpatía del público. Eso y su labor durante años como gregario de lujo de Vingegaard y Roglic, gran compañero, disciplinado, cumpliendo las órdenes de equipo para que ganara el jefe, a pesar de su demostrada calidad como escalador.

Esas dos razones calan en el pueblo, que lo siente así como uno de sus suyos, con experiencias similares a las que todos los que no son jefes viven: cumplir una labor en un engranaje de equipo y resistir las presiones de los ambiciosos, insaciables de éxito. Cuando a Kuss le preguntaban su opinión del porqué de ese cariño que tiene ganado el corazón del público, él decía que quizá era porque es más ciclista que corredor, es decir, alguien que ama más la bicicleta que llegar el primero. Y añadía que también, quizá, porque era un poco globero. Ésta es una palabra del argot ciclista que cada uno interpreta a su manera. La mía es que globero es aquel que no se preocupa tanto de la moda dictada al ciclismo, sino que puede salir a pedalear con cualquier maillot o color de calcetines. Es un individuo con criterio, que no se deja arrastrar por los demás, por el mainstream que se dice ahora. Los zapatos de gamuza azul del rockero llevados a la bici. Un tío auténtico,y esa autenticidad la percibe el espectador.

Guardo una anécdota de Kuss que refuerza ese carácter personal, sencillo. En 2019, cuando ganó la etapa en la cima del Acebo, vi el final de la Vuelta en las calles de Madrid. Al día siguiente, por la mañana, cuando paseaba por el Madrid de la Letras, en la popular zona de Huertas, me encontré de frente con Seep Kuss, que caminaba solo, vistiendo unas bermudas, y arrastrando una maleta de ruedas. Kuss paseaba tranquilo, y miraba con curiosidad los escaparates, los edificios. Imaginé que había querido quedarse la última noche de la Vuelta en Madrid, en algún hotel, para disfrutar de la soledad. Le seguí disimuladamente durante un rato, hasta que paró un taxi, que imaginé que le llevaría al aeropuerto. La victoria de alguien como Kuss me recuerda lo que contaba nuestro añorado José Antonio Labordeta, hablando sobre su hermano Miguel, gran poeta fallecido. Decía que dibujaba con el dedo en el viento “Vivan los compañeros”.