Aunque un conocido cuento infantil nos enseñó que no eran precisamente infalibles, las casas de paja son edificaciones muy resistentes. Hay ejemplos de construcciones levantadas hace más de 100 años que aún se mantienen en pie y en países como Suiza, Alemania o Austria, con una climatología adversa, este tipo de viviendas se conservan en perfectas condiciones. Allí hay hoteles como el de la pareja formada por Lisa y Louis, en el valle alpino de Val d'Herens, ejemplo de lo que en el sector se conoce como una 'casa sana', que son casi tan robustos como catedrales góticas. Más sostenibles, más ecológicas, eficientes energéticamente y con la ventaja añadida de que el material es natural -la paja se obtiene al desgranar el trigo-, desde la Red de Construcción con Paja (RCP), una asociación sin ánimo de lucro que promueve estas construcciones desde 2005, creen que ha llegado la hora de asentar y normalizar su uso. "La paja empieza a llegar al público en general", se congratulan ante el incremento de la demanda, que en parte tiene que ver con el encierro sufrido para combatir el Covid. Es cierto que el material se ha utilizado desde hace miles de años en casas humildes y sencillas, pero no ha sido hasta la década de los 70 cuando se empezaron a edificar, en la mayoría de los casos para abaratar costes, con un método muy parecido al actual.

En el portal inmobiliario Idealista hablan directamente de un claro "auge". El empujón ha sido evidente y las opciones rurales han ganado adeptos frente a la estrechez de vivir en un piso en la ciudad. A los meses de confinamiento, hay que sumarle las fatigas económicas y la dificultad o imposibilidad de poder optar a una hipoteca en un contexto laboral precario y cambiante. En tiempos de incertidumbre, el campo es una opción. Y la paja se hace fuerte. Sin embargo, en Idealista desligan al 100% el interés de las casas de paja de los efectos pandemia, ya que es un fenómeno que ha ido calando poco a poco y "viene de lejos". A la cuestión de cuáles son sus principales ventajas, expertos y técnicos formados en la bioconstrucción señalan directamente el factor ecológico y sostenible. "La prioridad es la alta eficiencia energética. Si además existe un material natural de bajo impacto ambiental, y que en combinación con otros como la madera, la cal o la arcilla, nos proporcionan confort y ambientes sanos en nuestra vivienda, conseguimos un producto perfecto. Hablamos de construcciones transpirables que, bien ejecutadas y en combinación con otras estrategias bioclimáticas, apenas necesitan calefacción".

"Algunas se calientan con apenas una estufa de leña", explican desde Meta 2020, una empresa de arquitectura especializada en "construcciones saludables" que respetan el medio ambiente. Iñaki Urkia, un conocido arquitecto bioclimático navarro que ha construido su casa con balas de paja, añade otro punto a favor: este tipo de viviendas se edifican rápidamente. Según algunos de sus defensores, una estructura de 200 m² se puede llegar a construir en apenas unos días con la colaboración de unas pocas personas y con herramientas de mano, "sin necesidad de maquinarias de construcción sofisticadas", afirman.

Viviendas sanas

Las prisas por levantar una vivienda en tiempo récord y los precios low-cost no encajan con la filosofía de la empresa gasteiztarra Ecopaja. Su máxima es la de diseñar y construir "viviendas sanas" con materiales naturales y altamente eficientes. En su compromiso con la sostenibilidad y el medio ambiente -"los edificios son responsables de un tercio de las emisiones globales de CO2", sostienen- construyen casas ecológicas y espacios de trabajo que reducen la huella de carbono en "al menos un 90%". Tras haber desarrollado proyectos pioneros en Zeanuri, Trokoniz, Ajanguiz, Dima, Quincoces o Calamocha, defienden que la paja "es la madera del siglo XXI" y someten la construcción de sus edificios a un sistema que alcanza "los máximos niveles de eficiencia energética para las Edificaciones de Consumo Casi Nulo (nZEB), cumplimentando lo requisitos exigidos por el riguroso estándar energético alemán estándar Passivhaus". Ecopaja comenzó en 2014 con su primer prototipo de casa de paja en una vivienda familiar de Zamudio y desde entonces han "perfeccionado el diseño" y sistema productivo ofreciendo a sus clientes formatos de panelado de diferentes climatologías, usos, volúmenes constructivos y tipologías.

José Luis García Veiga, miembro de Ecopaja, defendió el uso de este material en un importante encuentro de ecodiseño, Basque Ecodesign Meeting 2020, que tuvo lugar en febrero del año pasado en el Palacio Euskalduna de Bilbao. "Reutilizamos la paja y le damos valor como aislamiento", dijo en su intervención. "Aunque aquí el código técnico no lo recoge como material de construcción, en otros países europeos cercanos al nuestro ya se ha recogido en diferentes normativas para poder autorizar su uso. Estudios europeos acreditan la paja como útil para la construcción y excelente en términos de aislamiento térmico y acústico", expuso García Veiga. La profesionalización del sector de la bioconstrucción, la sensibilidad medioambiental de la ciudadanía, la incertidumbre económica y profesional, el bajo coste y el deseo de una nueva vida en entornos rurales tras los estragos de la pandemia, sobre todo en entornos urbanos, están abriendo un universo de oportunidades a las casas de paja, hasta no hace mucho un universo reservado casi exclusivamente al rico imaginario infantil.