La curiosa historia de Silbi Redondo habla, como otras tantas, de superación personal, de pasión (gastronómica) y de perseguir los sueños desde muy temprana edad. Pero siempre con los pies en el suelo. Con absoluto anclaje a la realidad. Porque cercanía, templanza y grandes dosis de modestia definen a esta navarra nacida en 1979 en la bella localidad de Olite, aunque afincada en Pamplona desde antes de la mayoría de edad. Ciudad a la que acudió a estudiar y a trabajar, y en la que todavía permanece como operaria en una conocida fábrica (a la que lleva ligada casi cuatro lustros). De hecho, entre las calles de la Vieja Iruña nació en el año 2010 su extraordinario despertar. Ese que durante la pasada década le hizo popular en multitud de citas gastronómicas. De hecho, en más de una entrevista le apodaron como “la Chicote navarra”. Bien por sus exquisitas recetas, por la cantidad de congresos a los que acudía, sus master class, o los certámenes en los que ejercía como jurado.

Pero comencemos por el principio. “En 2010 yo estaba en paro, la única vez en mi vida que he sufrido el desempleo, y me apunté a un curso de informática de seis horas al día, los cinco días laborales de la semana. Fue como volver al instituto, pero con unos compañeros que resultaron ser aficionados a la gastronomía”, explica Redondo. Y por ello, esta rebelde con causa, que siempre había defendido a ultranza “la calidad y variedad de los productos navarros” y se defendía con gracia en la cocina comenzó a acudir a eventos, quedadas especializadas, y se lanzó a la gastro-conquista digital. “Fundé mi propio blog, La cocina de la Silbi, para subir recetas, y poco después abrí mis perfiles en redes. Necesitaba comunicar, contar el despegue que la gastronomía estaba viviendo. Y a la vez, también calmaba una inquietud que siempre me había acompañado: ejercer de periodista”, rememora. Y dicho y hecho. De la noche a la mañana las redes sociales de La Silbi comenzaron a crecer y a mostrar esos logros que, aunque ya ha pasado el tiempo, aún ni se los cree.

“La pandemia me sirvió para darme cuenta de la cantidad de horas que antes había sacrificado”

Como la cantidad de eventos y ferias, San Sebastián Gastronomika o Gourmet Madrid incluidas, a las que acudió tras ganar un concurso de platos con queso organizado por Quesería La Antigua. O cuando resultó vencedora, de entre más de 350 candidaturas, por la firma DIA para desarrollar una formación gastronómica en la capital de España. Todo ello de la mano de chefs como Quique Dacosta, María Marte o Pedro Espina, con quien forjó una amistad especial. “Fueron años inolvidables, de mucho ajetreo, en los que no decía ‘no’”, rememora con cierto agobio. Silbi era una incondicional en los concursos de Pintxos, Cazuelicas o Tortillas, organizados por la Asociación de Hostelería de Navarra; las celebraciones de Reyno Gourmet; entró en la Academia de Gastronomía, y fue coronada como Cofrade del Vino y del Queso del Roncal. E incluso tuvo la oportunidad de abandonar la cotidianidad para dedicarse de lleno a la gastronomía. Pero Redondo, siempre más Silbia que Silbi, nunca quiso despegar los pies del suelo: “Con los años, una vez superado el boom en redes, estoy calmada. Me he vuelto selectiva. La pandemia me sirvió para darme cuenta de la cantidad de horas que había sacrificado en detrimento de los míos”.

Perfil digital

Una jugosa comunidad de seguidores/as: Admite sin tapujos que la pandemia ha supuesto un antes y un después en su producción digital. Ahora no publica ni la mitad de contenido que hace una década, pero sigue cultivando una nutrida comunidad de casi 10.000 followers. Esta se reparte así: 3.882 seguidores en X, más de 2.000 en Instagram, y 4.662 en Facebook. Su conocido blog, ‘La cocina de la Silbi’, todavía se mantiene activo.