- La casa de cultura de Zumarraga se ha convertido en la casa del terror, de la mano del artista Pep Rekejo. Este urretxuarra ha montado una exposición titulada Pánico básico, basada en el miedo que algunos niños tienen a los cabezudos.

El artista comenta que los cabezudos están relacionados con las fiestas y, por lo tanto, deberían ser sinónimo de alegría; pero muchos niños sienten verdadero pánico en su presencia.

El origen de esta exposición está en una experiencia vivida por el propio Rekejo durante su niñez. "He conocido de cerca el pánico que provocan los cabezudos en los niños. De niño fui a unas colonias de verano e hice amistad con un chico de Arrasate. El último día de las colonias, los monitores organizaron una fiesta. Además de organizar juegos, trajeron unos cabezudos. Noté que mi amigo se acercaba mucho a mí, que me agarraba... y no entendía lo que le sucedía. Hasta que me di cuenta de que sentía mucho miedo: nos escondimos detrás de unos matorrales y vi que se había orinado encima".

Aquel suceso dejó huella en Rekejo. Ha recordado muchas veces lo que sucedió en aquellas colonias. "Cada vez que hay cabezudos, recuerdo lo que pasó y me fijo en el comportamiento de los niños. Los que más miedo sienten son los pequeños, pero hay algunos niños de más edad que también pasan miedo".

Tanta huella dejó aquel suceso en el artista urretxuarra, que le ha dedicado una instalación. Ha utilizado los materiales que se utilizan para hacer cabezudos: fibra de vidrio, cuerda, pintura... La muestra está dividida en varios espacios. En uno de ellos hay 16 murales de 1x1 metros. Ocho están realizados con fibra de vidrio y otros ocho sobre passe-partout.

Los trabajos realizados con fibra de vidrio simbolizan la zona contaminada. La zona oscura de los cabezudos. Los realizados sobre passe-partout son blancos y simbolizan la mente aún no contaminada de los niños. En la zona negra hay fotografías que muestran el proceso de realización de un cabezudo y en la blanca fotografías de niños aterrorizados por los cabezudos.

En otro espacio hay pupilas, en las que ha clavado agujas. "Los niños suelen estar mirando en todas las direcciones para que no les pillen los cabezudos y las agujas reflejan la angustia de los pequeños".

Tampoco podía faltar un terrorífico cabezudo, realizado con la ayuda del artista Mikel Ibarzabal.