A no se escucha a los niños y niñas jugar en los soportales del ayuntamiento Berastegi y solo el canto de los pájaros interrumpe la tarde. Sin embargo, la plaza del pueblo presenta a menudo una estampa insólita, con hileras de personas que aguardan su turno para hacer las compras en la tienda de alimentación Denda Berri. Y es que desde que el estado de alarma por crisis sanitaria COVID-19 restringiera los desplazamientos, las pequeñas tiendas de pueblo se encargan ahora de abastecer a sus habitantes de los bienes básicos.

Para Ana Otermin y sus empleadas no ha habido descanso ni siquiera los días de Semana Santa. En su tienda de Berastegi tienen horno de pan y despacho de prensa, de modo que deben subir todos los días la persiana. Llevan un mes trabajando a destajo, atendiendo a la clientela, reponiendo el género que se agotan en las estanterías, cogiendo pedidos por teléfono y haciendo reparto a domicilio a las personas que pertenecen a grupos de riesgo y no salen de sus casas.

Reconocen que están trabajando más que nunca. "Antes había vecinos que se desplazaban por trabajo y aprovechaban para hacer las compras fuera del pueblo, y ahora la gente se mueve menos. También nos viene gente de Elduain. Cuando todo esto pase, no creo toda esa gente se quede, pero tenemos claro que nuestra obligación es ofrecer un servicio. Lo mejor es la normalidad, es lo que todos queremos", confiesa Ana Otermin con semblante cansado. Acaba de superar una enfermedad y convive en casa con personas mayores, por lo que está viviendo niveles de estrés muy altos: "Me estoy exponiendo al estar todos los días de cara al público, pero hay que seguir trabajando".

En la tienda de ultramarinos de Berastegi están tomado todas las medidas de seguridad e higiene necesarias y los clientes acceden al interior de tres en tres. Para Ana esto ralentiza mucho el trabajo y lo hace todavía más agotador. "El paso de la gente es más lento, pero hay clientes durante todo el día y no hay descanso", explica la comerciante.

Las situaciones de soledad e incomunicación tampoco escapan a este pequeño pueblo de Tolosaldea, que según los últimos datos tiene una sola persona contagiada por coronavirus. Ana Otermin cuenta que hay quien acostumbra a llamarles a la tienda por teléfono únicamente para hablar. "Muchas veces hacemos de psicólogas, pero no podemos pasar mucho tiempo al teléfono y hay que colgar para seguir trabajando. Menos mal que sacamos ratitos para contar chistes y reírnos. En la tienda siempre tenemos la música puesta o la radio, ¡eso que no falte!", exclama.

Aunque ahora tienen todo tipo de género, los primeros días de confinamiento se les agotaron los productos de limpieza y la locura colectiva hizo que tuvieran que mandar papel higiénico incluso a Tolosa. Ahora están subiendo de precio verduras y frutas, y están vendiendo más vermut, vino y cerveza que nunca. "Es normal, la gente tiene que darse alguna alegría en casa", concluye.

"El paso de la gente es más lento, pero hay clientes durante todo el día y no hay descanso"

Propietaria de la tienda Denda Berri