No serán muchos los tolosarras que aprecien en su día a día la colección de obras escultóricas que lucen las calles de su localidad. Sin embargo, Tolosa tiene en su haber un Chillida, un Oteiza, un Bas-terretxea... entre otras piezas de altísimo valor. Jorge Oteiza fue el ideólogo de la iniciativa con su obra Atauts (ate y huts, puerta vacía) del Triángulo y culpable de que Tolosa tenga hoy una muestra permanente de esculturas que bien podría ser la envidia de cualquier gran ciudad o capital.

Fue en el siglo XX cuando comenzó a generalizarse la instalación de la escultura pública como sistema de comunicación de gran impacto, con el fin de conmemorar efemérides, impulsar ideas políticas y religiosas. Un grupo de tolosarras surgido de una iniciativa privada, no oficial, creó la comisión de escultura en el seno del Centro de Iniciativas de Tolosa con el fin de desarrollar una muestra permanente de escultura vasca contemporánea. Su objetivo era dotar a la villa de patrimonio artístico contemporáneo de carácter público.

Se expuso el proyecto a Jorge Oteiza, que aceptó encantado la invitación, pero puso una condición: no quería colocar una escultura en solitario, sino que deseaba hacer extensiva la propuesta a más miembros de la escuela vasca de escultura. Así, Tolosa podría disponer de un importante circuito de escultores y varios artistas dieron su confirmación al interesante proyecto.

Pero no todo fue fácil en el camino que empezó a impulsar la comisión de esculturas del CIT. La colocación de las obras de Jorge Oteiza no estuvo exenta de polémica. Hay que recordar que, tras la colocación en Bentaundi de su otra escultura Par Movil en homenaje a Txabi Etxebarrieta, Oteiza quiso unir con una cadena humana las dos esculturas, para conectarlas simbólicamente. La comisión entendió, no obstante, que las dos piezas no tenían nada que ver y no se llevó a cabo la cadena humana. Y las explicaciones son las siguientes: Atauts, era una donación al pueblo de Tolosa dentro de un proyecto cultural y la otra escultura, sin embargo, entraba dentro de “la problemática triste del país”. Atauts, además, se iba a colocar en terreno municipal y Par Movil, en terreno particular. Oteiza dejó patente su queja, hasta el punto de querer retirar la escultura Atauts.

La polémica también llegó por parte del pueblo, ya que muchos tolosarras no entendían las obras. Hoy en día forman parte del paisaje urbano de Tolosa e, incluso, muchos las echarían de menos si faltasen. Atauts está en el centro del Triángulo desde el año 1994 y ayer mismo un grupo de mujeres conversaba a su vera. “Recuerdo el impacto que causó cuando la colocaron, porque la gente decía que no era más que un trozo de hierro, pero ahora todos la identificamos con Tolosa”, explicaba la tolosarra Mari Sol Aranguren. Su hija Nerea no recuerda la polémica que rodeó su colocación, pero reconoce que “ahora el Triángulo estaría vacío sin Atauts”.

Una gran colección

Entre 1994 y 2006, y cumpliendo la idea de Jorge Oteiza, se fueron colocando en Tolosa varias esculturas de artistas contemporáneos vascos, integrándolos en espacios públicos, tras estudios previos de ubicación, diseño escala, por parte de los artistas.

Así como el “espacio-tiempo, la metafísica y el sentido trascendente” se simbolizan en Atauts, de Jorge Oteiza, “la lucha por la vida, el trabajo y la dialéctica hombre-hombre/hombre-naturaleza” aparecen en Goldea de Néstor Basterretxea, de Emeterio Arrese. “La expresión de la memoria histórica colectiva en el presente para poder ser transmitida” está plasmada en Oroimenaren Gaztelua, de Ricardo Ugarte, en San Francisco.

También hay referencias muy tolosarras. El toro y la mitología, el Carnaval como transgresión de convenciones y catarsis colectiva aparece en la pieza de Tomás Hernández Mendizabal, en la plaza de toros. Jose Ramón Anda colocó Airean, en homenaje al juego de la pelota vasca en Trinkete plaza. Eduardo Chillida aportó Lizardiren Leihoak, que está en la plaza Santa María y Koldobika Jauregi concibió Kantu Ixila, que se posa en el parque Zabalarreta.