l cierre por decreto llegó ayer, pero en las últimas semanas en las calles de la Parte Vieja eran ya cada vez más los bares y restaurantes que bajaban la persiana o colgaban carteles de cerrado por vacaciones. Eran, ya antes del decreto del Gobierno Vasco, cierres forzados por la pandemia y sus restricciones y sin fecha de reapertura concreta, como en el caso de Casa Tiburcio o Casa Vergara, entre otros.

La situación de la Parte Vieja donostiarra es complicada, al igual que en el resto de barrios. En este caso, ya lo era antes de la crisis sanitaria, debido a las subidas de los alquileres de los locales (derivada, a su vez, al auge del turismo y el encarecimiento del mercado inmobiliario de la ciudad), que forzó el cierre de algunos establecimientos veteranos o, en otros casos, su cambio de manos a grupos empresariales con mayores posibilidades. Es el caso, por ejemplo, de La Cueva, Loretxu, Ostertz, Federiko o Rekalde, entre otros, que bajaron la persiana o cambiaron de propietarios en los últimos años.

Con la llegada de la pandemia y el confinamiento de primavera, aparecieron o se acentuaron para muchos las dificultades para pagar esos alquileres y, tras un verano atípico, las restricciones de su actividad los últimos meses volvieron a condicionar la actividad del sector de manera significativa. Una de sus últimas víctimas ha sido A Fuego Negro, en la calle 31 de Agosto, un joven clásico que en los últimos quince años se había consolidado en la oferta hostelera de la Parte Vieja. Otros locales están en la cuerda floja.

La situación derivada de la pandemia es grave y los hosteleros del conjunto de la Comunidad Autónoma Vasca reclaman un plan de rescate urgente a las instituciones públicas de 187 millones de euros, la reducción del IVA al 4% y una revisión de las condiciones de los ERTE para evitar la pérdida de 16.000 empleos en este sector. En Donostia, a finales de 2019 los 1.198 bares y restaurantes de la ciudad empleaban a 6.975 personas.

El secretario general de la asociación de Hostelería de Gipuzkoa, Kino Martínez, insiste en que es vital que se ayude a los profesionales en este momento, todavía de manera más urgente tras el cierre decretado el jueves para todo el sector. En el caso concreto de la Parte Vieja, considera que los altos alquileres y la imposibilidad de ampliar las terrazas han agravado la situación en los últimos meses. "En el resto de la ciudad se ha sido permisivo con la ampliación del espacio de las terrazas, pero en la Parte Vieja no, no ha habido voluntad, porque en algunas zonas sí había espacio; no se le ha dado oxígeno cuando se le podía haber dado". También está el hecho de que en los últimos años el sector se había orientado principalmente a un turismo que, en las actuales circunstancias, tampoco abunda en Donostia.

Martínez advierte del riesgo real de que, en este barrio concreto, los empresarios locales no puedan continuar con su actividad y sean sustituidos por grandes grupos inversores con mayores posibilidades. "En la Parte Vieja hay grupos de empresarios locales, pero no hay franquicias, no hay hostelería industrial. Ese es el miedo real. Si no se ayuda al empresario local, dentro de cinco o diez años no hablaremos de la hostelería que nos hace sacar pecho como hablamos ahora. Entrarán grupos de inversión que tienen otras fórmulas gastronómicas que no van con la idiosincrasia de este país en los locales que dejarán los hosteleros tradicionales, los que quieren este país y defienden el producto local".

La asociación de Hostelería ya animó en primavera a sus socios a que intentaran renegociar con los propietarios el alquiler de los locales afectados por los cierres forzados y subrayó que la doctrina jurídica avalaría la exoneración de rentas por fuerza mayor.

Hay quien sí ha podido renegociar esas rentas, pero Martínez insiste en que es necesario intervenir en ese aspecto, algo que es competencia de Madrid. "No puede ser que el esfuerzo que se nos exige recaiga en un eslabón de la cadena, que el empresario hostelero pague todo. Qué pasa con el arrendatario, las empresas energéticas que cobran igual, los seguros€ La situación es complicada, pero la exigencia de esos esfuerzos debe ser para todos y debe ir unida a un paquete de medidas económicas, ya está bien de exigir y no dar una solución económica", apunta el secretario general de los hosteleros de Gipuzkoa, que denuncia, asimismo, que las ayudas públicas a otros sectores como la automoción han sido mayores.

Cierres temporales

"Perdemos menos estando cerrados"

Casa Tiburcio es uno de los que ha cambiado de manos en los últimos años y hace días que colgó el cartel de cerrado por vacaciones, como algunos otros. Sus responsables optaron por el cierre temporal, a la espera de que la situación sanitaria permitiera ampliar la actividad. "Nos salía más caro estar abiertos que cerrados", explica su responsable, que señala que con las restricciones de movilidad de las últimas semanas la facturación no era suficiente para compensar los gastos de funcionamiento y los sueldos de los empleados, que volvieron al ERTE. Además, añade que ese cierre previo tenía también un cierto componente reivindicativo, para reflejar que la situación ya antes del cierre era "muy grave" para el sector, con "ayudas que no son ayudas" y con los negocios "perdiendo dinero desde que empezó la pandemia".

El responsable de Casa Tiburcio espera que las últimas medidas decretadas permitan la reapertura en diciembre. "Tenemos esperanza de que estas medidas sean para salvar la campaña de navidad; si no, no tendría sentido", comenta.

La de Casa Bartolo es otra de las persianas que llevaba ya también días bajada, junto al Tiburcio, en plena Fermin Calbetón. Otros locales de la Parte Vieja llevaban también algunas semanas cerrando de lunes a jueves y trabajando solo los fines de semana, como podría ser el caso del Atari, al final de la calle Mayor.

Otros, sin embargo, intentaban aprovechar las posibilidades autorizadas por la regulación sanitaria que, finalmente, obligó ayer a cerrar a todo el sector. Al igual que hicieron desde la desescalada la pasada primavera, también ahora hay quien intentará mantener una mínima actividad con el servicio a domicilio o la comida para llevar, a la espera de poder volver al otro lado de la barra al menos para salvar las semanas de la campaña de Navidad.

"Si no se ayuda al empresario local, llegarán a la Parte Vieja grupos de inversión con otras fórmulas", advierte la asociación de Hostelería

En Donostia, a finales de 2019 había 1.198 bares y restaurantes en la ciudad que empleaban a un total de 6.975 personas