Firmaba con el nombre de Juan R. Alday, pero en contra de lo que se creyó erróneamente, no se llamaba Juan Rodríguez ni Juan Ramón. Se llamaba Juan Rafael Alday y fue uno de los arquitectos donostiarras más importantes del siglo pasado junto con Ramón Cortázar y José de Goicoa. Ha pasado más de medio siglo desde su fallecimiento, pero la figura de Alday (Donostia, 1879-1955), ha vuelto a renacer este año con el centenario de su obra más destacada: la barandilla de La Concha. Los familiares del célebre arquitecto reciben a este diario en su hogar para repasar su biografía y compartir sus anécdotas.

Ninguno de sus nietos ni tampoco su nuera tuvieron el honor de conocerlo, ya que Alday falleció un año antes de que su hijo Luis (el único con descendencia) contrajera matrimonio con Paquita Aguirreche. No obstante, esa circunstancia no ha impedido que la saga de los Alday haya mantenido presente la figura de quien trabajó durante 41 años como arquitecto municipal de Donostia. De ahí que sus retratos, medallas y condecoraciones con las que fue distinguido cuelguen de las paredes del salón principal de la casa del hijo.

Pero ésta es sólo una pincelada de los recuerdos que guardan en su vivienda-museo, donde se pueden encontrar tesoros como libros centenarios, multitud de fotografías de más de 100 años, bocetos de obras hechas a mano por el propio Alday, así como su título de la universidad y hasta su tarjeta de socio número 30 de la Real Sociedad.

El menor de los tres vástagos, Luis (Donostia, 1923) ha sido el encargado de trasmitir la memoria histórica de su padre a sus descendientes porque los otros dos hijos de Alday y Carmen Marticorena, Coro y Manuel, fallecieron hace más de 40 años. "Era tremendamente metódico. A las 10.00 horas iba a trabajar a su despacho de la plaza de Gipuzkoa y desde ahí se movía a las obras", comienza relatando Luis Alday, conocido por su trayectoria como abogado.

Sorpresa para la familia

No sabían de quién era la obra

Durante las más de cuatro décadas que ejerció como arquitecto municipal, Juan Rafael Alday se encargó de múltiples obras, pero por su lucimiento, destacan la reforma del mercado de San Martín, el teatro Principal, la remodelación de la casa consistorial, los relojes de La Concha, los voladizos de la playa y el edificio de los Bomberos. En cualquier caso, el "buque insignia" de Alday, su creación por excelencia, fue la barandilla de La Concha, que data de 1910.

Aunque resulte increíble, el hijo relata que su padre jamás le contó que él mismo había sido el creador de este icono donostiarra porque "nunca hablaba de trabajo cuando estaba en casa". Los familiares eran sabedores de que la reforma del paseo marítimo correspondía a su padre, algo que se corrobora con las fotografías de la inauguración que guardan en casa y en las que se puede ver al arquitecto paseando junto a Primo de Rivera y a Alfonso XIII.

La incógnita se resolvió después de que muriese el arquitecto. "Nos enteramos estando casados y con hijos, cuando nos lo contó el historiador Pérez Arregui", detalla la nuera de Juan Rafael. Uno de los nietos, José, atribuye este hecho a que "la barandilla pudo ser un remate más de la reforma del paseo de La Concha, algo a lo que no prestaría mayor atención".

Y es que es posible que Alday no imaginase que su trabajo sería especialmente recordado por esta creación que ha sido homenajeada este año por la Comparsa Tradicional de Caldereros con motivo de su 100º aniversario. En cuanto a la fundición de la barandilla, la nuera del arquitecto corrige que "la primera pieza no la hizo Mendia y Murua, como se ha dicho muchas veces, sino Fundaciones Molinario, que cobró 5.700 pesetas por el trabajo".

Trayectoria poco corriente

Sin antecedentes familiares

A diferencia de Cortázar, Alday no tuvo precedentes familiares que le vinculasen de niño con la arquitectura. No en vano, tanto él como su hermano Lucas, que también estudió Arquitectura en Madrid, nacieron en el caserío Loistarain (entorno de la ikastola Santo Tomas Lizeoa de Ibaeta). Tal y como explica José Laborda en Nuevos extractos de la Real Sociedad Bascongada de los amigos del país, la de los Alday fue "una trayectoria por completo independiente, libre de referencias previas que pudieran condicionar su intención".

Ambos hermanos cursaron sus estudios en Madrid, pero sus carreras siguieron distintos caminos. El mayor, Lucas, apostó por ejercer su profesión por libre, por lo que llegó a construir más edificios que Juan Rafael, que pasó a trabajar como ayudante del arquitecto municipal José de Goicoa en cuanto terminó la carrera en 1903.

Según explica José Laborda en el título antes mencionado, "Juan Rafael se encontró con la ciudad que ya otros habían decidido e imaginado, por lo que tomó parte en su construcción sin haber participado en su gestión. Un eslabón moderado, alejado de cualquier exceso formal o conceptual, continuador de una trayectoria visual que requería reposo tras sus vínculos con las posturas eclécticas".

En las más de cuatro décadas que desempeñó las labores de arquitecto municipal, Alday apenas tuvo ocasión de construir edificios particulares. La única excepción es el número 22 de la calle Prim.

Su hijo Luis recuerda que el arquitecto trabajó muchísimo, incluso durante los años de la Guerra Civil, periodo en el que por su condición de arquitecto municipal, contó con un salvoconducto del gobernador militar que le permitió moverse por la ciudad. Aun así, la familia Alday no se libró de los avatares de la guerra y tuvo que dejar su piso de Ramón María Lilí para cobijarse durante un tiempo en el hotel Úrsula de la calle Easo.

Las tres siguientes generaciones han escuchado mil y una veces anécdotas e historias como ésta, porque el vástago de Alday se ha preocupado muy mucho de mantener viva la figura de su padre. Además, con todos ellos ha cumplido lo que le prometió: bautizar a sus hijos con un solo nombre para no se repitan los errores. Porque él no era ni Juan Rodríguez ni Juan Ramón, sino Juan Rafael Alday.