La frontera de Irun hace que Gipuzkoa sea territorio de paso de miles y miles de camiones. Los camioneros portugueses forman parte de la historia de la N-1. Son miles los que han atravesado nuestro territorio con su camión y conocen bien sus gasolineras. Alguno, incluso se ha quedado a vivir aquí. Es el caso de Vitor S. Mendonça. Tanto va el cántaro a la fuente, que se rompe. Tanto va el camionero a Gipuzkoa, que se queda. Este portugués vivió en Itsasondo y en la actualidad reside en Urretxu. Le gustan los bertsos y pintar. El viernes pasadó inauguró la exposición Emociones creativas en la sala Juan de Lizarazu de Urretxu.

Mendonça nació en 1957, en un pueblo del sur de Portugal. Siempre ha trabajado de camionero. Pasaba muy a menudo por Gipuzkoa, tenía amigos aquí... y en 1997 se quedó a vivir con nosotros. Junto a la N-1, claro:en Itsasondo. “Unos amigos me encontraron trabajo y me quedé a vivir aquí”.

A partir de entonces hizo viajes más cortos, pues hasta entonces atravesaba Europa de sur a norte y de norte a sur. “Iba de Portugal a Suecia, Noruega... No había GPS y nos valíamos de los mapas. Apuntábamos en un papel la ruta, nos consultábamos los unos a los otros...”.

Transportaba todo tipo de género. “De Portugal llevaba ropa y calzado, pues en Portugal se hace mucha ropa y calzado. De Suecia solía bajar cuchillas para las serrerías y para las fábricas de mármol. También solía traer rodamientos, mangos de madera para la empresa Bellota de Legazpi, productos de electrónica... Cuando trabajé para una empresa holandesa, solía cargar flores en Andalucía y las llevaba a Holanda para que las empaquetaran. También anduve transportando marisco”.

Dice que era un trabajo duro, pero también interesante. “Al principio era solo un trabajo, pero me dio la oportunidad de conocer otros lugares, otras culturas, otros idiomas... Tú eliges si amargarte o ver el lado positivo. A mí me gusta mucho hablar con la gente para escuchar sus opiniones. Me parece muy enriquecedor. Y aquellos viajes me ofrecían la oportunidad de conocer a mucha gente y muy variada”.

No en vano, en aquellos tiempos los camioneros que se dedicaban al transporte internacional trabajaban con algo más de calma que hoy en día. “En aquellos tiempos se trabajaba con menos prisas. Además, había que parar en las aduanas. En Irun, por ejemplo, paraba durante un día o día y medio. Eso me daba la oportunidad de conocer gente. Hoy en día, la relación entre los camioneros no es tan estrecha como antes y hay menos compañerismo”, se lamenta.

En aquellos largos viajes conoció a muchos camioneros vascos, que le hablaron de la cultura vasca y el euskera. Finalmente, acabó quedándose en Euskadi. “Portugal es mi país y suelo ir todos los años, pero no siento un terrible apego. A estas alturas, me siento urretxuarra. No hablo euskera, pero la gente dice que lo comprendo mucho mejor de lo que doy a entender. No me molesta que la gente me hable en euskera. En absoluto. Si me concentro, entiendo todo lo que me dicen y después les respondo en castellano. En Itsasondo viví con una familia que tenía niños pequeños y aprendí a hablar bastante bien en euskera, pero luego he perdido fluidez. Me gusta el modo de trabajar y de vivir de Euskadi y ya me quedaré aquí para siempre”.

Desde que vive en Euskadi, hace viajes más cortos:a Iparralde, a Pau, a las Landas, de vez en cuando a París... “Suelo llevar productos para la ganadería como alfalfa o pienso, verduras congeladas de la huerta de Navarra... Hace algunos años trabajé para la empresa Amezti de Urretxu. En aquella época solía llevar tocho a Baiona y volvía con chatarra del puerto de Pasaia”.

Le gusta su oficio y no tiene intención de jubilarse, pero también sabe disfrutar del tiempo libre. Entre sus aficiones está la pintura. “Me ha gustado mucho conocer otros lugares y personas, moverme, andar de aquí para allá;pero también me agrada mirar a mi interior. Viajar hacia mi interior y conocer, sentir y organizar todas las emociones que la mente esconde. De esa mirada hacia el interior surge la necesidad de dibujar y de pintar. En blanco y negro muchas veces, pero también en color según lo que dicte el momento. Mis trabajos reflejan las luchas y tensiones que se producen en mi fuero interno, así como las alegrías que surgen a borbotones”, explica en el folleto de la exposición.

No sabe si lo que hace es arte. Tampoco le preocupa en exceso. “Mi trabajo solo es el seguimiento de una fuerza que me viene de la mente y la expresan mis manos. Jugar con las figuras, jugar con la imaginación, el color. Los pensamientos crean unas emociones que me impulsan a crear, a dibujar, a representar, a pintar. ¡Desahogarme y tranquilizarme, a fin de cuentas!”.

La muestra permanecerá abierta hasta el día 2 de noviembre. La sala Juan de Lizarazu de Urretxu abre sus puertas de martes a domingo, de 17.30 a 20.30 horas.

Además de la pintura, le gusta el bertsolarismo. “Creo que he ido a más finales que los bertsolaris”, bromea. Recuerda que al principio eran unos pocos los que utilizaban el servicio de traducción simultanea y en los últimos campeonatos se han servido de él visitantes venidos de todas partes del mundo.

Es amigo del bertsolari itsasondoarra Mikel Mendizabal. “Me acompañó en un viaje a Inglaterra. Dormimos en el camión, debajo de uno de los puentes del río Támesis. Solía decir a los amigos que durmió mejor que en el mejor hotel de Londres”.

El bertsolarismo no es la única forma de expresión de la cultura vasca que le gusta. “Al principio, lo que más me llamaba la atención era los eventos multitudinarios. Pero... .¿cómo se ha podido reunir tanta gente para ver una regata de traineras?, solía pensar. También me gusta mucho Kilometroak, la fiesta a favor de las ikastolas. E ir a Donostia, por supuesto. Cuando vas a Donostia, siempre hay algo que ver”, concluye.