Maritxu Kajoi siempre gana por goleada. Año tras año –y ya van 48– presume de su tremendo poder de convocatoria. Este viernes la jugada se ha repetido: cientos y cientos de fieles devotos y devotas han abarrotado las calles de Arrasate para rendir homenaje a la patrona de los txikiteros. Una celebración tan querida como multitudinaria que, lejos de perder fuerza, demuestra estar más viva que nunca.
Las ganas de juerga bullen por cada rincón. Al mediodía, los primeros poteos han marcado el inicio de una fiesta que prometía mucho más. Y ha cumplido. Por la tarde, el Casco Histórico y sus alrededores se han transformado en un hervidero de gente. Desde los más veteranos hasta las nuevas hornadas, todos y todas se han sumado a una cita que, nacida por iniciativa popular en 1977, sigue escribiendo su historia cada primer viernes de octubre.
La elegancia por bandera
Trajes con corbata, pajarita o sin ningún complemento, según los gustos, y vestidos de todas las larguras y colores –con el negro aún como tono predominante– recorren las calles en una trepidante jornada que, además, ha contado con el buen tiempo como aliado. Entre tanta elegancia, uno de los símbolos más reconocibles del día destaca sin esfuerzo: el escapulario colgado al cuello, que este año alzó su voz contra Israel.
Las y los 'maritxuzales' han levantado sus copas en honor a su querida Maritxu, agradeciendo los buenos momentos vividos durante el último año y deseando que no falten razones para seguir celebrando en el próximo.
Restaurantes, sociedades gastronómicas, bares y txosnas han vivido un gran ajetreo durante las horas previas a una tarde-noche en la que la afluencia de visitantes no deja de crecer. El brindis con más clase del año ha vuelto a poner en pie a Arrasate.