Detrás de cada botella de txakoli Urkizahar que se descorcha se esconde el compromiso con una idea que va más allá de la lógica.
Un proyecto de vida
Esa falta de lógica subyace en la decisión que llevó al soraluzetarra Luisja Oregi a embarcarse en la aventura de producir txakoli sin más argumentos que su pasión por la naturaleza y por todo lo relacionado con el mundo rural, dejando atrás una vida como profesional del ramo del metal.
En lo alto de la montaña
La lógica tampoco se corresponde con el lugar elegido para dar forma a su proyecto, unos terrenos situados en las escarpadas laderas que caen desde Beizama hacia el embalse de Ibai Eder que convierten a estos viñedos en la explotación situada a mayor altura dentro de la Denominación de Origen Getariako Txakolina.
Y, pese a todo, Urkizahar sigue adelante, ofreciendo un producto de primer nivel que se puede encontrar en las mesas de los mejores restaurantes sin renunciar al compromiso ético con el ecosistema y la agricultura ecológica que impulsó a Oregi a dar el paso.
Un paso decisivo
2008 marca la fecha en la que el viticultor nacido en Soraluze decidió dar un giro radical a su vida, iniciando un nuevo camino como productor de txakoli en los terrenos que rodean el caserío Urkizahar.
Nunca antes se habían plantado vides para txakoli en esa zona y fueron no pocos los baserritarras que vieron ese proyecto como una locura.
Vides y ovejas
No fueron los únicos. “Un viticultor de la Rioja Alavesa con el que coincido en las ferias me dice que cultivo en terrenos que son para las ovejas, no para las vides”, comenta con humor Oregi.
Sin embargo, esos comentarios no le frenaron. En 2012 logró su primera cosecha y, un año después, comenzó a comercializar su primer txakoli.
Cata en el Arzak
Uno de los momentos clave que afianzó su apuesta por este proyecto fue una cata que tuvo como marco al restaurante Arzak.
Oregi recuerda aún con claridad aquel miércoles por la mañana en el que, atenazado por los nervios, se presentó en el prestigioso restaurante con una caja de su vino.
“El sumiller Mariano Rodríguez y un compañero comenzaron a catarlo. Hablaban de cítricos, de flores, de manzanos... Yo no entendía nada. Hasta que dijeron: ‘¡Está cojonudo! Te vamos a poner en la carta’. Me salieron lágrimas. Salí de la cata flotando”.
Producción ecológica
La anécdota marcó un antes y un después para este pequeño productor, que desde entonces ha reforzado su apuesta por la calidad, la innovación y la viticultura ecológica pese a las dificultades que se ha encontrado en el camino.
Urkizahar, con apenas 24.000 m² de terreno repartidos en dos parcelas, está ubicado a 470 metros sobre el nivel del mar y tiene a gala ser el viñedo de la denominación de origen Getariako Txakolina situado a más altura.
Su orientación hacia el sur le permite obtener una uva de gran personalidad, aunque no le exime de tener que lidiar con los retos del clima húmedo de Gipuzkoa y la difícil orografía del terreno.
Hondarribi Zuri
Oregi cultiva la variedad de uva Hondarribi Zuri, la que mejor se ha adaptado a las condiciones del clima vasco.
La vendimia se realiza en octubre, cuando la uva alcanza los 12º de alcohol, y en el proceso de elaboración prescinde por completo de productos químicos. “Urkizahar llevaba 50 años abandonado. En sus terrenos nunca nadie había utilizado productos químicos ni herbicidas y opté porque siguiera así, apostando por una plantación de viñedos sustentada en un modelo de agricultura ecológica”.
Agroindustria y agroecología
También es cierto que la denominación de txakoli ecológico del producto que vende no es muy del agrado del viticultor de Beizama.
Considera que esa etiqueta revela un uso torticero del lenguaje que busca dar cobertura a otros modos de producción no tan respetuosos con el medio ambiente.
“La agricultura que se ha hecho aquí siempre ha sido ecológica. Se puede decir que esa es la forma convencional. Es esa otra forma de producción, la que se basa en un modelo que hace uso de productos químicos para garantizar mejores cosechas, la que debería tener otra denominación. Pero ahora resulta que los raros, los diferentes, somos nosotros y por eso necesitamos de esa etiqueta adicional. Creo que debería abrirse un debate sobre por qué sigue siendo más barato o rentable continuar contaminando, apostando por la agroindustria en vez de hacerlo por la agroecología”.
Modelo sostenible
La experiencia que ha adquirido le ha demostrado que llevar adelante una pequeña explotación es un desafío plagado de problemas, en el que el apoyo de la Administración es fundamental.
Sin embargo, Oregi considera que hay un desequilibrio en las ayudas de las instituciones, centradas más en apoyar las grandes producciones que en dar respuestas a la labor de explotaciones como Urkizahar, más sostenibles y respetuoso con el medio ambiente. “Desde las instituciones se prima la cantidad y a los grandes productores, a la vez que se considera que explotaciones pequeñas como Urkizahar no son viables”.
El reto de la burocracia
El esfuerzo de atender a los requisitos que se exigen desde la Administración a las pequeñas explotaciones y la ingente cantidad de tiempo que les suponen las gestiones burocráticas es otro motivo de queja para Oregi.
“Soy partidario de las inspecciones. Si hay irregularidades, se deben denunciar y no ocultar. Lo que no me parece lógico es que a los pequeños productores nos impongan controles e inspecciones propios de la gran industria. No tenemos tiempo ni medios para atender la ingente cantidad de obligaciones que se nos exige. Infinidad de horas del trabajo que deberíamos destinar al viñedo y a las bodegas las dedicamos a cumplir con pautas de la administración diseñadas para la gran industria. Nos ahogan entre papeles”.
Apuesta por nuevos productos
Pese a todo, Luisja Oregi se mantiene firme en la defensa del proyecto al que dio inicio en 2008. Prueba de ello es su afán por experimentar y crear nuevas líneas de producto bajo la denominación Urkizahar.
Una de ellas pasa por la producción de txakoli envejecido en barrica. “Compré una barrica usada para guardar vino blanco durante años a un bodeguero francés. La llené e hice catas para controlar que el txakoli no cogiera demasiado gusto a madera. A los dos meses comprobé que su sabor había cambiado lo suficiente y pensé que era el momento de embotellarlo”.
Ánfora de barro y txakoli espumoso
Aquella primera remesa de 300 botellas tuvo una acogida entusiasta que le llevó a dar continuidad a esta idea, y hoy es uno de los productos que oferta Oregi desde su bodega en Beizama.
Después vino la crianza en ánfora de barro, otra innovación que le ha permitido diferenciarse de otros productores y, ahora, trabaja en la elaboración de un txakoli espumoso que demuestra su apuesta por la innovación.
Red de distribución
En sus inicios, Oregi no solo tuvo que atender al cuidado de los viñedos y al tratamiento de la uva y el embotellado. “Me tocaba cargar las cajas en el coche y llevarlas a los restaurantes y establecimientos que tenía como clientes. Me ocupaba buena parte de la jornada y vi que era inviable ir de un lado a otro cargado de txakoli y atender al viñedo a la vez”.
Para sortear los retos de la distribución cuenta con el apoyo Goñi Ardoteka, su principal distribuidor en Gipuzkoa, y, posteriormente, y se incorporó a Biba Ardoak, una plataforma logística con la que comparte la idea de la apuesta por los vinos ecológicos, que facilita la llegada de sus botellas a bodegas, restaurantes y comercializadores de Gipuzkoa, Bizkaia y otros puntos del Estado.
Una declaración de intenciones
Urkizahar es una declaración de intenciones que tiene como ejes la defensa de lo local, la pequeña producción seña de identidad del agro vasco, y de lo natural.
En cada botella se percibe el esfuerzo por la producción del txakoli en un rincón de Gipuzkoa donde no parecía posible. Es, en definitiva, el ejemplo de que otra manera de producir, respetuosa con la Naturaleza y con las personas es posible y necesaria.