“Cuando tenía tres años, nuestro hijo nos pidió que hiciéramos testamento, porque quería saber quién iba a cuidar de él si nos pasaba algo”. Es una de las muchas anécdotas que nos cuentan los hermanos Maider y Mario Belda, y la mujer de éste, Ainhoa Cano. Son los fundadores de la Fundación Jasón, un espacio dedicado a la formación, el apoyo y la motivación de las personas con altas capacidades. Los tres saben bien de lo que hablan, no en vano, todos tienen altas capacidades, también sus hijos, que ahora ya son adultos.

“Lo primero que observas es que algo no va bien. Están desconectados, con problemas con sus iguales y con los estudios. Son personas muy inteligentes, pero la frustración por sentir que no encajan puede llevarles a estar constantemente enfadados, hacer daño emocionalmente a los demás e incluso a obtener malos resultados académicos”. Una experiencia que vivieron ellos mismos en su piel y después con sus propios hijos, aunque con matices. “En mi caso no era tan evidente porque las chicas tenemos más habilidad para camuflarnos”, aclara Maider.

Señalan que otro rasgo de las personas con altas capacidades es la intensidad. “Se cuestionan todo y desde que son muy pequeños hacen preguntas existenciales constantemente. Puede llegar a ser agotador. Una vez nos llamaron del colegio porque el niño, de ocho años, había hecho un listado sobre los distintos modos de suicidio”, relatan.

Llegados a este punto, es importante diferenciar entre altas capacidades y personas superdotadas. Y es que, tal y como indican, “las altas capacidades comprenden una inteligencia considerablemente por encima de la media, con un cociente intelectual superior, una forma de aprender y de sentir diferente, y un desarrollo asincrónico. Son personas muy reflexivas, con una gran aglomeración de ideas y estímulos, lo cual provoca que valores como la memoria de trabajo o la velocidad de procesamiento sean especialmente bajos. En el caso de la superdotación, por el contrario, todos los valores son altos y equilibrados”.

Sentirse perdido

Vinculados al mundo de la formación y la pedagogía, los hermanos Belda vieron que su experiencia, tanto la suya propia, como la que tienen como padres y madres de niños con altas capacidades podía ser de gran ayuda a otros jóvenes y familias que están pasando por lo mismo. Ese fue, precisamente, el motor que puso en marcha la creación de la fundación.

 “En la academia teníamos un alumno de 13 años que lo estaba pasando mal. Se sentía desmotivado, era infeliz y decía que no le encontraba sentido a su vida”, cuenta Maider, quien es psicopedagoga y trabaja en el centro de formación Ceinpro, al igual que Mario.

Decidieron entonces organizar un grupo de apoyo para alumnos con necesidades especiales, donde les ofrecían ayuda desde su vivencia. Y es que, para ellos centrarse únicamente en las habilidades y el conocimiento, sin tener en cuenta la gestión emocional, es empezar la casa por el tejado. “La adolescencia es un momento vital delicado para cualquiera, y más en el caso de las altas capacidades. Es habitual que te sientas perdido y no sepas hacia dónde ir. Este chaval lo estaba pasando realmente mal y le conté que a su edad yo había pasado por lo mismo, pero también le dije que había logrado encontrar mi camino, tanto en lo personal como en lo profesional, y su reacción al sentirse identificado y comprendido fue impresionante. ‘Entonces, para mí también hay esperanza’, dijo. Y no pude evitar emocionarme”, recuerda Mario.

Así, en 2021 comenzaron a trabajar con cuatro chavales, al poco tiempo llegaron a ser más de 70, y actualmente atienden a más de 300 familias entre la delegación de Donostia y la de Madrid, que llegó cuando conocieron a Beatriz Belinchón, madre de dos niñas con altas capacidades y muy activa en redes sociales. Aquel crecimiento impulsó también la necesidad de buscar un espacio más grande y ahora la fundación se ubica en el edificio de la antigua guardería Eucarístico San José, conocida coloquialmente como Las mejicanas, en la calle San Antonio, 11, de Donostia.

Una función muy necesaria

Fundación Jasón es una entidad privada, que por el momento no cuenta con el apoyo de las instituciones, pero a la vista está que cumple una función muy necesaria. A día de hoy, reciben chavales derivados de pediatras, psicólogos u orientadores que aprecian la presencia de esta condición y es tan grande la demanda, que tienen lista de espera.

En cuanto a los servicios que ofrecen, además de valoraciones de altas capacidades, que recomiendan hacer a partir de los 6 años, Fundación Jasón ofrece formaciones para familias y talleres específicos como el de inteligencia emocional, técnicas de estudio, ajedrez, o Moai, este último dirigido a jóvenes y cuyo objetivo es crear un espacio donde puedan compartir sus inquietudes y aficiones. 

Otra de sus iniciativas es la denominada Cueva del talento, dirigida a impulsar el desarrollo del talento de cada niño, a partir de los 9 años. Explican que aquí es fundamental la colaboración de las familias y los centros escolares, “cuya respuesta está siendo muy satisfactoria y se están implicando mucho”, ofreciendo su apoyo en el desarrollo de los proyectos que eligen los chavales a partir de sus intereses.

Además, recientemente, han creado un grupo de adultos con altas capacidades, “porque muchos adultos llegan a la alta capacidad a través de sus hijos, reconociendo que ellos pasaron por lo mismo sin saber qué les pasaba”.

Por si todo esto fuera poco, acaban de publicar Hijos con altas capacidades. Educarles felices (editorial RBA), un libro escrito por Maider y Mario Belda junto con Beatriz Belinchón, y avanzan que tienen entre manos un podcast, que se podrá escuchar a finales de año y que estará disponible en la web de Fundación Jasón.

Puertas abiertas

Dado el interés que están mostrando muchas familias sobre qué es la alta capacidad y cómo abordarla, todos los meses organizan jornadas de puertas abiertas. La próxima sesión será el próximo 13 de diciembre y recomiendan apuntarse a través de la web para asegurar plaza.