La gala que la federación de comerciantes Gipuzkoako Merkatariak celebró la pasada semana destacó el esfuerzo de esos comercios que abren sus puertas cada día desde hace más de 50 años animados por la idea de dar el mejor servicio a sus clientes. Entre los comercios homenajeados brilló con luz propia la tienda de fotografía Allika Argazkiak, de Deba. Se trata de un comercio familiar que vio la luz en 1921 de la mano de Hilario Allika. Luego fue su hijo Antón el que cogió el testigo y, en la actualidad, está regentada por su nieta, Nerea, la tercera de una saga de fotógrafos que ha plasmado en blanco y negro y en color la pequeña y gran historia de Deba de los últimos 103 años.

Allika Argazkiak debería de haber recibido este reconocimiento en 2021, coincidiendo con el centenario del comercio, pero la pandemia de la covid 19 se cruzó en su camino. Luego, los problema de salud de Antón Allika imposibilitaron que fuera él mismo el que hubiera subido al escenario a recoger el galardón, como le hubiera gustado a su hija, por lo que también renunció a presentarse a la gala de los años siguientes. Tras el fallecimiento de su padre el año pasado, Nerea pensó que no era momento de seguir esperando y este año ha recogido el premio con el que Gipuzkoako Merkatariak reconoce a los comercios con largas trayectorias.

Los orígenes de Allika Argazkiak nos trasladan a comienzos del siglos XX, cuando Ramón Allika, un bermeano que se trasladó a vivir a Deba atraído por la oferta de trabajo relacionada con la construcción del ferrocarril, envió a su hijo Hilario a Bilbao a estudiar fotografía. El pequeño Hilario, que había nacido en 1903, tenía 14 años y, según recuerda su nieta, abrió el que fue su primer estudio de fotografía con 18 años de edad. “No hay constancia escrita de esa fecha, pero hay fotografías realizadas por mi abuelo que prueban que ya trabajaba como fotógrafo en 1921, por lo que entendemos que fue entonces cuando inició su actividad profesional”. Aquel primer estudio se ubicaba en la calle Carnicería (hoy Ostolaza), pero esa estancia fue temporal, ya que, años después, Hilario se trasladó al bajo de la casa de la actual calle Hondartza en la que hoy continúa la tienda.

Nerea Allika, la tercera de la saga, en la tienda que regenta en Deba.

Lo cierto es que Hilario Allika fue un referente para los vecinos de Deba, no en vano las fotografías eran un bien codiciado en aquel tiempo. “La fotografía no era tan accesible para la gente como ahora. Valoraban tener un retrato propio o una foto de familia, y para ello acudían al estudio de un fotógrafo. Ese fue el caso de mi abuelo, que pasó a convertirse en la referencia de aquellos que querían guardar un testimonio gráfico de bodas, bautizos, comuniones y eventos festivos y culturales”, manifestó su nieta.

Antón Allika fue el siguiente miembro de la saga de fotógrafos. Apredió el oficio de su padre, lo que le llevo a pasar infinidad de horas en el estudio de revelado de la tienda. También tuvo que superar las restricciones de material de las décadas posteriores a la Guerra Civil. “Apenas había papel ni líquidos para revelado. Lo traían de estraperlo de Francia. Había tal escasez que dividían el papel fotográfico en varios trozos para obtener el máximo aprovechamiento. Esa es la razón por la que muchas fotos antiguas que guardamos en casa son tan pequeñas”, indicó Nerea.

A Antón le tocó vivir la transición de la fotografía en blanco y negro al color. Junto a otros fotógrafos montó un laboratorio para el revelado industrial de carretes, y también contó con un minilab, con un tren de revelado de carretes y otro para copias, que mantuvieron en la tienda durante diez años hasta que la última gran revolución, la fotografía digital, obligó a los comercios de fotografía a encarar nuevos desafíos, como los que está afrontando ahora Nerea. El codiciado carrete, que se guardaba de un verano a otro porque no se había utilizado por completo, cedió su lugar a una forma de fotografiar que ha relegado al fotógrafo profesional a un segundo plano. “La fotografía como elemento físico ha perdido valor. Fotografiar se ha trivializado porque ahora fotografiar es gratis, pero ya no se revela, no se hacen álbumes, ni copias ni ampliaciones para tener esa imagen en un formato físico. Se guardan junto a otras miles de fotos en el ordenador. Esta situación ha traído cambios en nuestro sector. La gente ya no le da la importancia que tenía antes a una buena fotografía sacada por un profesional. No nos ven necesarios para plasmar con fotografías momentos importantes. Debido a ello muchos pueblos se están quedando sin tiendas de fotografía, y sucede que cuando cierra la última es cuando se echan a faltar”, terminó diciendo Nerea.