En Zumarraga, hablar de elegancia es hablar de Laskurain. Este familia lleva más de 70 años trabajando en el mundo de la moda. Concretamente, desde que Isaac Laskurain abrió una sastrería en el barrio Eitzaga. Después tuvieron tiendas de moda para hombres y de moda para mujeres y en la actualidad su hija Itziar regenta dos tiendas de moda y complementos en Zumarraga y Beasain.

Con 13 años, Laskurain padre fue a Barcelona a aprender el oficio. Cuando volvió, abrió una sastrería en la que trabajaban también su madre y una empleada. Después, bajó de Eitzaga al casco urbano. Se instaló en la calle Legazpi, en el local en el que ahora está la tienda de moda Natalietta. Además, tuvo talleres junto a la sociedad Galeperra y encima del Banco Guipuzcoano.

Trajes y gabardinas

Su hija recuerda que confeccionaba, sobre todo, trajes y gabardinas. “También se encargaba de los uniformes de la empresa Patricio Echeverría, los trajes de la banda de música de Zumarraga, los trajes de los dantzaris...”. En 1970, junto a su esposa, abrió una tienda de moda para mujeres en la casa de los Busca. “Los Busca se portaron muy bien con nosotros”.

Hace 23 años los Laskurain cerraron la tienda de moda para hombres de la calle Legazpi y hace 21 Itziar Laskurain se trasladó de la casa de los Busca al local de la calle Legazpi en el que trabaja ahora. “Esta tienda la abrí yo, pero siempre conté con el apoyo del aita. Él fue quien abrió el camino, consiguiendo marcas que hasta entonces no había en esta zona. El primer bikini de Zumarraga se vendió en la tienda de mis padres. En aquellos tiempos, para las tiendas de los pueblos era muy difícil conseguir marcas. El aita tuvo muchas dificultades”.

Isaac Laskurain trabajó muy duro. “Recuerdo que cogía encargos en Etxarri y que tenía montadores en Donostia, Bilbo e Iruñea. Los trajes se cortaban y se hacían aquí, pero se montaban fuera. En Zumarraga tenía un oficial muy bueno: Iribarren. También recuerdo muy bien a las chicas que trabajaron con mi padre. Tenían un ambiente de trabajo muy bueno. El aita trabajó muy duro”.

E inculcó el amor por el trabajo bien hecho a sus hijos. “De niños, hacíamos encargos para la sastrería. Crecimos en la tienda. Así, decidí dejar los estudios y trabajar en la tienda. Llevo 38 años en el oficio”. Le encanta su trabajo. “Trabajar en el mundo de la moda es muy bonito y la relación con la gente es muy enriquecedora”.

Quiere homenajear a su padre y dar las gracias a sus clientes. “Nuestras clientas son una maravilla. Tenemos vivencias muy emotivas. Cuando murió el aita, vimos que le querían muchísimo. Todavía me emociono cuando lo recuerdo. El aita me enseñó que debemos un gran respeto a todos los que entran a la tienda. Quiero dar las gracias a todos los clientes que hacen posible que nuestras tiendas sigan abiertas”.