Los bosques y las selvas son los pulmones del planeta, pero la actividad humana está provocando su retroceso. Afortunadamente, también hay gente que se encarga de plantar árboles. En dos golpes (hace tres años y hace dos), el zumarragarra Juanjo Aranburu (con la ayuda de su tío Joxe Mari) ha plantado más de 3.000 hayas y fresnos en los terrenos que la familia tiene en Ezkio: casi 3.000 hayas y algo menos de 500 fresnos. Estos árboles ocupan cinco hectáras y media.

Aranburu proviene del caserío Salete de Ezkio y siempre le ha gustado mucho el mundo rural. Hace algunos años adquirió el caserío Ulamendi, situado un poco más arriba del caserío familiar. Lleva muchos años plantando árboles, pero las dos últimas plantaciones han sido las más fuertes. “Mis tíos han trabajado siempre en el monte y, viéndoles a ellos, me animé a plantar árboles. Cuando quitas los pinos, si no plantas algo en su lugar, el terreno se va llenando de zarzas”.

Los terrenos familiares ocupan nueve hectáreas. “En las anteriores plantaciones plantamos un 50% de pinos y un 50% de hayas, pero los pinos se han visto afectados por la banda marrón y los hemos ido sustituyendo”.

Su árbol favorito

El haya es su árbol favorito. “Siempre me ha gustado mucho. Es un árbol muy elegante, que se amolda muy bien a esta zona. No nos va a dar beneficios económicos, nuestro objetivo es conservar los bosques y tener el monte limpio. Durante unos pocos años vamos a tener que prestarles atención, hasta que alcancen una altura de unos dos metros. Hay que desbrozar el terreno por lo menos una vez al año, en verano. Una vez que alcanzan los dos metros, ya no corren peligro. Las zarzas ya no les molestan. Es más, una vez que crece, al contrario que los pinos, el haya mantiene limpio su entorno. Como tiene muchas hojas, da mucha sombra y esa sombra impide que crezcan zarzas”, comenta Aranburu.

El terreno en el que ha llevado a cabo la plantación es muy empinado, lo que dificulta tanto la labor de plantación como de desbroce. “Me he tomado esto como un hobby. Me gusta hacerlo. Además, son nuestros terrenos y queremos verlos limpios. Si tuviese que comprar un terreno para hacerlo, no creo que me metiera en esto”, reconoce.

Muchas horas de trabajo

Aranburu no sabe decir cuántas horas le ha dedicado a la plantación de los árboles. “Los árboles hay que plantarlos en invierno: diciembre, enero y febrero. Sobre todo, en diciembre y enero. Y claro, en esa época del año no suele hacer el mejor tiempo para trabajar en el monte. Uno de los años nevó mucho, pero conviene plantar el árbol nada más sacarlo del vivero. No es bueno tenerlo mucho tiempo fuera de la tierra, pues luego quiza no enraice”.

Además, en invierno el día es corto. “Solía venir cuando salía del trabajo y, sobre todo, los fines de semana. Intentaba aprovechar todas las horas de luz”.

Es un trabajo duro. “Primero hay que hacer las franjas, después cavar con la azada... El haya tiene raíces grandes y ello te obliga a cavar más. Por cada árbol tienes que dar por lo menos diez golpes de azada. Si te topas con una piedra, tienes que cavar al lado. Tiene trabajo, pero tal y como he dicho, me lo tomo como un hobby. Es un trabajo que hago a gusto. Además, una vez que está plantado, ahí se queda. Por lo menos, los que enraizan y los que no rompen los corzos. Aquellos que no enraizan o han sido rotos por los corzos, tenemos que cambiarlos”.

De Otzaurte y Bélgica

Suele comprar las plantas en un vivero de Zegama. “Es un vivero que trabaja con hayas de Otzaurte. También traje unas plantas de Bizkaia. Esas son belgas. Estos últimos años ha habido más plantaciones y los viveros de esta zona no dan abasto. No pueden satisfacer la demanda solo con plantas autóctonas. Yo quería que todos los árboles fueran autóctonos, pero es muy difícil conseguirlo. Los árboles que vienen de Bélgica son también muy buenos. Tres cuartos de los que he plantado, son de aquí”.

El crecimiento de las hayas es muy lento, por lo que Aranburu no va a poder disfrutar de los árboles que ha plantado. Recuerda que él está disfrutando de los que algún otro plantó antes que él. “Esos árboles tan grandes que vemos aquí también fueron plantados por alguien. En muchos hayedos, se ve claramente que fueron plantados por alguien. Algunos se plantaron para conseguir madera para hacer carbón. La cuestión es que ahora embellecen el monte”.

Aranburu disfruta viendo el monte en buen estado. “Desde niño he disfrutado en el caserío y he andado mucho en el monte”.

El futuro del monte

Se muestra preocupado por el estado de los montes. “Aquí se ha plantado mucho pino insignis y la banda marrón ha hecho que enfermen. Antes se echaban los pinos y se sustituían por otros pinos, pero ahora no tiene sentido plantar pinos. La gente no sabe qué hacer. Solo el eucalipto da dinero, pero necesita mucha agua y consume el terreno. Es propicio para que haya incendios. En esta zona hay poco eucalipto, pero en la zona de Azpeitia hay bastante. Afortunadamente, el eucalipto no está subvencionado. Nosotros sí hemos tenido ayudas por parte de la Diputación. Cada planta cuesta más de un euro y a eso hay que sumarle el trabajo. Nosotros lo hemos hecho para casa, pero si tienes que pagarle a alguien por hacerlo... Algunos terrenos están siendo abandonados y eso es muy peligroso”. l