“Dejas tu casa con la maleta a cuestas, en la que no cabe toda tu vida; con la esperanza de encontrar estabilidad económica y emocional”, cuenta Lilibet sin poder ocultar la tristeza que refleja su mirada, mientras enhebra un duro relato que comenzó hace cinco meses, cuando dejó su Colombia natal. Tiene 27 años, es licenciada en Arte Dramático y ha ejercido la docencia durante un lustro. “No sales de tu país porque quieres, diferentes circunstancias te obligan a hacerlo”, insiste. Emprendió el camino con la intención de “reinventar” su vida, pero los obstáculos que se han cruzado a su paso han sido “continuos”. “Para alquilar una habitación o un piso lo primero que preguntan es a ver si trabajas”, apunta como ejemplo.

Imagen de las y los trabajadores del taller ocupacional dedicado al montaje manual de piezas.

Desde hace cuatro meses Lilibet vive en Arrasate, y recientemente ha empezado a acudir al centro ocupacional y formativo Bidean que gestiona en la localidad cerrajera la Fundación Sarea promovida por Cáritas. La de esta joven colombiana es una de las muchas historias, con distintos matices y experiencias, que afloran entre las cuatro paredes del pabellón número 20 del polígono Kataide.

“Contamos con dos perfiles de personas usuarias, las que tienen dificultades de inserción social y laboral por problemas de adicciones, psicológicos, violencia de género…, y aquellas que se encuentran en una situación administrativa irregular, sin permiso de trabajo y residencia”, explica Agurne Juldain, responsable del centro que inició su andadura hace cinco años.

Tender puentes entre el trabajo y la vida. Ese es el objetivo de Bidean cuyo radio de acción abarca toda la comarca. En dos turnos de 9.00 a 13.00, y de 13.30 a 17.30 horas, la jornada de lunes a viernes discurre en el taller ocupacional dedicado al montaje manual de piezas para trabajos subcontratados por empresas del entorno, donde se promueve la empleabilidad y formación de las personas que llegan a Kataide a través de Cáritas, los servicios sociales municipales u otros canales.

Itinerario formativo

La recogida y selección de ropa y juguetes, que las tiendas de segunda mano Koopera Store pone a la venta, es otra de las columnas vertebrales del centro, junto al comedor que sirve un plato caliente a estas personas en riesgo de exclusión social y con muchas dificultades para encontrar empleo. “Se les proporciona un itinerario formativo para su inserción; un entrenamiento hacia un mundo laboral normalizado, todo ello con una estructura de rutina diaria”, expone Juldain, que capitanea el equipo educativo que integran otras dos profesionales, sin olvidar al cuerpo de voluntarios que colaboran en las diversas tareas.

Estos dos últimos años han sido complicados. El escenario que ha abierto la pandemia, repleto de incertidumbres y limitaciones, “ha agudizado el sentimiento de soledad que sufren estas personas, desequilibrando su estabilidad emocional y poniendo de manifiesto, aún más si cabe, la brecha tecnológica”, enumera Juldain.

Desde Bidean se han volcado en poner freno a estas situaciones. El centro echó a andar en 2017, con la colaboración de la Diputación, ayuntamientos y otras entidades, y la valoración que hacen es “muy positiva”. “Las y los usuarios –actualmente 26– agradecen mucho el tener un lugar a donde ir. Nuestro deseo es que se les dé una oportunidad a las personas. La administración tiene la llave y, a su vez, son las empresas las que pueden hacerles un contrato para su inserción laboral, creando este tipo de puestos”, sostiene Agurne, que también pone el acento en las “enormes trabas” a las que se enfrentan para encontrar una vivienda.

“Me extorsionaban”

El hondureño Josué sufrió en 2010 un accidente que le provocó una discapacidad física. “Abrí un carpintería, después trabajé en una fábrica y, a su vez, vendía coches. Pero dos pandillas empezaron a extorsionarme para que les diera una parte de las ganancias de la venta de cada vehículo. Solicité protección internacional en España (se la denegaron y ha interpuesto un recurso); primero recalé en Valencia y allí Cruz Roja me dio la oportunidad de venir a Bilbao. Ahora vivo en Arrasate con un hermano”, narra Josué.

En Bidean ha visto una luz al final del túnel para “salir un poco de esta situación”. Se ve abocado al trabajo en negro y espera que el tiempo corra rápido para que a partir de los próximos seis meses “pueda regularizar mi situación”, precisa Josué.

Su compañero en el centro ocupacional ubicado en Kataide, Mohamed, tiene 28 años y desde hace siete meses está alojado en uno de los pisos que la Diputación de Gipuzkoa tiene en Bergara. Antes de desembarcar en la villa mahonera ha pasado por Granada, Jaén, Donostia…, y “me ha tocado vivir en la calle”, aclara en un castellano que sigue aprendiendo. Este marroquí incide, además, en que se están “buscando la vida” y que en este recorrido lleno de espinas muchas veces la única opción para las personas migrantes es la “la compraventa de contratos”.

“Venir a Bidean me está ayudando a mantenerme ocupada, a sentir que hay posibilidad de avanzar y que no estoy sola en este mundo. A tener la ilusión de conseguir los papeles y poder comenzar a sembrar para recoger frutos”, prosigue Lilibet.

El centro de la Fundación Sarea es, por tanto, una puerta a la esperanza y, al mismo tiempo, “es la realidad que tenemos en la comarca”, recalca su responsable. “Que no trabajen en el mercado ordinario no significa que no quieran hacerlo; no pueden. Los requisitos de obtención de los permisos para su regularización son impresionantes. Al centro vienen a formarse, a prepararse para trabajar, para su inserción. Les ayudamos; paso a paso”, sentencia Juldain.