Arrasate– Compartieron pupitre en las aulas de Mondragon Unibertsitatea. La arrasatearra Eider Etxebarria y la alavesa, Beatriz Santamaría, cursaban cuarto de carrera del Grado de LEINN (Liderazgo, Emprendimiento e Innovación) cuando decidieron unir sus “inquietudes” para alumbrar un proyecto profesional que bautizaron con el nombre de Bizipoz; porque, como explican, el salto a la vejez no es una etapa “triste y de decadencia”, sino todo lo contrario, “puede ser de plena alegría”. Cinco años después de iniciar su rodaje, esta cooperativa con sede en Saiolan, en el Parque Tecnológico Garaia, puede enorgullecerse de estar haciendo bien su trabajo: contribuir a fomentar el envejecimiento activo y saludable.

¿Cómo echa a andar Bizipoz?

Nace en el año 2015. Decidimos unir nuestras inquietudes y esfuerzos para dar forma a una idea que fue madurando en nuestras mentes. Nuestro objetivo era conseguir que las personas vivieran una vida plena en su madurez, promoviendo el envejecimiento activo, para que estas pudieran devolver a la sociedad el aprendizaje acumulado a lo largo de su vida. Los primeros programas pilotos en 2016 nos permitieron testar una metodología de trabajo propia e identificar las necesidades reales que surgen alrededor de las personas mayores. Fue en 2017 cuando decidimos lanzar nuestro proyecto al mercado. Constituimos una cooperativa pequeña sin ánimo de lucro, de iniciativa social.

¿Cuál fue el motivo que os conduce a emprender un proyecto profesional de estas características?

Identificamos una necesidad no cubierta. Mientras los esfuerzos inversores de las instituciones se centraban básicamente en la dependencia, para las personas mayores autónomas existían pocos recursos. Y estas también tienen sus motivaciones y necesidades para vivir un envejecimiento activo.

¿Qué tipo de servicios ofrece Bizipoz?

Diseñamos y desarrollamos programas para las personas mayores y, para ello, trabajamos codo con codo con asociaciones que agrupan al colectivo, que en la actualidad se encuentran con grandes retos en materia de gestión, digitalización y dinamización de la red asociada. Nosotras ofrecemos apoyo a las juntas directivas de estas asociaciones para llevar a cabo estas actividades. Acompañamos, asimismo, a las empresas durante el proceso de adaptación al envejecimiento, poniendo en marcha programas de transición a la jubilación, además de respaldar a las instituciones en la creación de entornos y servicios que promueven un envejecimiento activo y saludable. Formación, constitución y dinamización de consejos de personas mayores, actividades participativas, de empoderamiento del colectivo… son otros de los servicios que tenemos en marcha. Bizipoz está, a su vez, acreditada por el Imserso y colabora con Zahartzaroa, la Asociación Vasca de Geriatría y Gerontología. En 2018 entramos en la Lista Forbes 30 under 30 España, que reconoce la labor de los jóvenes emprendedores.

Pongamos algunos ejemplos prácticos. ¿En qué municipios y proyectos habéis tomado parte?

En Oñati arrancamos con un programa piloto y, a partir de ahí, hemos impartido varias formaciones a personas mayores de 55 años. En Arrasate, en 2017 desarrollamos una iniciativa similar de la que emanaron el Consejo de Mayores y Sasoibide (paseos saludables), y en la localidad vizcaína de Muskiz participamos en el programa Lagunkoia de Ciudades Amigables, que fue calificado por el Imserso como un caso de éxito y buenas prácticas. Hemos dado apoyo a las juntas directivas de los hogares del jubilado de Pasaia y tomado parte en la dinamización del consejo de personas mayores de Zumarraga, que es de reciente creación. Otro de los ámbitos en los que trabajamos es la sensibilización en temas de soledad.

¿Se van cumpliendo los objetivos?

Podemos decir que sí, que se van cumpliendo. Partimos de una realidad: en torno al 25% de la población de Euskadi tiene más de 55 años. Cuando empezamos las necesidades detectadas eran de tipo formativo, de participación social del colectivo… Cinco años después se han multiplicado, y con ello también los servicios que ofrecemos. Una cuestión que antes era prioritaria eran las nuevas tecnologías, que se han ido incorporando en el día a día. De hecho, la gente que ingresa en las juntas directivas de las asociaciones de personas mayores está cada vez más preparada.

Se dibuja un escenario con nuevos retos.

En el ámbito empresarial es tan importante formar al que entra como al que se va. En un plazo de cinco-diez años será rara la empresa que no prepare psicológicamente a sus trabajadores y trabajadoras para la jubilación, para el cambio a esta nueva etapa de la vida en la que todavía hay mucho para aportar y participar.

¿Desde las instituciones se da apoyo suficiente para favorecer el envejecimiento activo?

Hay muchos más recursos y servicios en materia de dependencia que para la prevención. Estos dos últimos años han sido complicadísimos. Las personas mayores han sido un colectivo muy castigado por las consecuencias de la pandemia; todavía hay miedo a relacionarse con gente, a salir… Estas situaciones invitan a las instituciones a promover iniciativas, pero no son suficientes. Ahora con más razón hay que actuar. Queda mucho por hacer.

Las personas mayores son una fuente de sabiduría. ¿Qué habéis aprendido desde vuestra propia experiencia, que no deja de ser un intercambio intergeneracional?

De las personas mayores se aprenden un montón de cosas –Beatriz tiene 29 años y Eider, 28–. Cada día es una aventura nueva. Lo que para nosotras es una tarea sencilla, como puede ser resolverles los trámites para solicitar una subvención en el hogar del jubilado, para ellos es un mundo. Ese momento de ayudarles, de ver sus gestos de agradecimiento son motivos suficientes para pensar: hoy me he ganado el día. Sigamos adelante.  n