Se cuenta la historia que fueron los antiguos griegos los inventores de la elecciones, no desde luego, tal y como las conocemos en la actualidad pero sí una forma democrática de elegir a muchos de sus cargos públicos de sus administraciones, y debían demostrar que estaban capacitados para aspirar a ellos, en todo el sentido de la palabra. Ese logro fue su gran avance, el reconocer que los intereses públicos estaban por encima de todo. También se cuenta la historia de que la primera ley electoral proviene de la antigua Roma y ahí se introdujo por primera vez la papeleta electoral que por supuesto no era de papel sino de madera fina, donde se escribía el nombre del candidato que se quería escoger. De los antiguos romanos también heredamos la palabra comicios, que eran las asambleas que se elegían en tiempos de la república para sus cargos públicos, con voto escrito y secreto. Después y con el paso de los tiempos y de siglos, fueron llegando las elecciones modernas, tal vez tras el estallido de la revolución francesa, un verdadero punto de inflexión de la historia. Ha sido todo un largo camino para los derechos plenos y auténticos, que todavía a día de hoy, siguen sin conseguirse en países llamados democráticos. Por todo esto, cada vez que acudimos a unas elecciones, a unos comicios sean cuales fueren, deberíamos tal vez acordarnos de griegos y romanos y de la importancia de votar, de votar bien y pensar que los modernos candidatos de hoy en día, tendrían que estar igual de capacitados para aspirar a representarnos y que igualmente, el interés de los que les votan están por encima de todo lo demás.